¿Es radical que la distribución de los muebles y las PERSONAS en un comedor dependan de donde está la toma de antena y del lugar reservado para el televisor –que no te muestra el mundo real, sino uno parcial, que condiciona tu vida?
¿Es radical que instales una vitrina para mostrar tus platos y copas más preciados, que además nunca utilizas, cual escaparate de un centro comercial?
¿Es radical que ocupes una cuarta parte de tu espacio con un sofá para cinco, cuando solo habitáis dos?
¿Es radical que cuentes tus armarios y cajones a pares, para guardar cosas que no usas?
¿Es radical que tengas estantes y estanterías llenas de libros que no volverás a leer –si es que los has leído–, películas que no volverás a ver y pongos que lo único que hacen es acumular polvo y que tendrás que limpiar?
Mmmmm…
¿Es radical que una gran parte de tu superficie vital esté invadida por cosas que, en realidad, no te hacen falta, y que encima imposibilitan que te muevas con cierta libertad o, digamos que, no te invitan a ello, cuando el sedentarismo está relacionado directa y absolutamente con todas las enfermedades modernas, no infecciosas, prevalentes en nuestra sociedad, como el cáncer, la obesidad, la depresión, las cardiopatías, el dolor crónico o las enfermedades neurodegenerativas, por no hablar de tu incapacidad de moverte como un ser humano?
¿Es radical instalar una espaldera en el comedor de tu casa?
(Si todavía no eres consciente del precio que estás pagando por no colgarte a diario, lee este artículo: Colgarnos está en nuestro ADN ( y el precio de no hacerlo))
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