Ya expliqué que hace un tiempo nos cambiamos de piso.
Por suerte, lo hicimos porque quisimos y para mejorar nuestras condiciones.
Aunque hubo una cosa que no esperábamos.
Y que nos flipa.
Es lo que más nos gusta.
Incluso teniendo lo que tenemos en la azotea.
Si te interesa disfrutar de unas articulaciones disponibles, sin molestias, que funcionen guay, este envidiable artículo contiene algunas claves.
¿Envidiable?
Has leído bien.
Envidia.
Es lo que vas a sentir.
Verás.
Los primeros días, al entrar en casa, la sensación era de oooooohhhhhhh.
Entrábamos en casa y decíamos oooooohhhhhh.
No solo nosotros, ojo.
Familiares y amigos que venían de visita decían ooooooohhhhhhh.
Y no era al subir a la azotea, cuidado.
Porque en la azotea tenemos una piscina super chula.
La ves, con la torre Agbar de fondo y el mar más al fondo, y dices ooohhh.
Pero es un ooohhh más cortito.
Es cuando entras en el piso, todavía hoy, y dices ooooooohhhhhhh.
De hecho, aquellos primeros días yo me volvía loco.
Comprobando, comprobando y comprobando una cosa.
Por si el ooooooohhhhhhh me iba a salir por un ojo de la cara.
Pero no.
Al contrario.
No tenía que pagar de más.
Ni un duro de más.
Pero… ¿Por qué decimos y dicen oooooohhhhhh al entrar en casa?
Voy, voy.
Por aquella época aquí era invierno y hacía… diremos que frío.
(¿Qué pasa? Sí. La mínima media en Barcelona es de 12 grados y tenemos frío).
Y en invierno, cuando entras en casa con el fresquete húmedo de Barcelona metido dentro, lo notas.
Notas ese calorcito, la comodidad, el confort.
Y el cuerpo, que venía acartonado, entumecido, encogido, rígido, se relaja y dice…
Ooooooooohhhhhhhh.
¿Esto es especial?
Porque, bueno, si las cosas van medianamente bien en casa (lamentablemente hay quien no puede decirlo), pues quien más quien menos tiene calefacción o estufa en casa.
No.
Lo del calorcito, el confort y el cuerpo disfrutando no es especial.
Lo chulo, lo que nos flipa es la pregunta que nos volaba la cabeza los primeros días.
También la que nos hacen “los visitantes”.
—Oooooooohhhhhhhhh. Qué bien se está aquí. ¿Tenéis la calefacción puesta?
No.
No no.
De verdad que no.
Los primeros días me volvía loco, en serio, repasando todos los radiadores de la casa por si alguno estaba abierto.
Pero no.
Y a final de mes, en el desglose del alquiler (los servicios son comunitarios, porque tenemos placas y generadores propios y tal), la factura lo deja claro.
0.
Cero.
Cero euros en calefacción.
Lo que más nos flipa es justo esto:
Cuando diseñaron y construyeron los pisos, lo hicieron tan bien, pero tan y tan bien, con tanta cabeza, que el aislamiento de estos pisos es espectacular.
Increíble.
Alucinante.
Lo digo muy en serio.
Y en dos meses no hemos puesto ni un solo día la calefacción.
No nos hemos gastado ni un duro.
Y cuando entramos y entran, del gustirrinín y la soltura y el confort y la disponibilidad,
todos juntos seguimos diciendo oooooooohhhhhhh.
Moraleja (doble):
Por muy guays que tengas pintadas las paredes y muy de diseño sean tus muebles (apariencias)…
Si tus paredes y puertas y bisagras y cristales son un churro, vas a sentir continuamente ese molesto disconfort de tanto entumecimiento, rigidez, acartonamiento.
Y vas a verte obligado a intervenir cada cierto tiempo, gastándote (pasta) e invirtiendo (tiempo extra) cada poco tiempo.
¿Masajito una vez cada quince días?
¿Ibuprofenos a diario?
¿Largas sesiones de aburridos estiramientos al terminar tus entrenamientos?
Al contrario…
Si construyes y desarrollas unos buenos cimientos y estructuras desde el principio, luego mantener el bienestar de manera constante cuesta muuuuuy poquito, prácticamente nada.
Esto, justo esto, es lo que haces en Movilidad Natural.
Rober
PD: estructuras y cimientos (articulaciones) calentitos, engrasados, bien aislados, sólidos, con unos acabados de lujo, a largo plazo sin tener que hacer grandes inversiones. En el enlace.