Esto es como lo de los Reyes Magos.
Cuando eres muy niño, pues crees en lo de la magia y en todo lo que «los adultos» te embuten a base de adornos –y mentiras.
Luego, cuando creces, pues descubres que la cosa no era bien bien tal como te la habían contado.
Oh oh.
A ver, que hay quien sigue siendo infantiloide toda la vida y continúa dale que te pego con los bíceps y los burpees y la disciplina estoica.
Puede estar bien, por qué no.
Pero de hacer lo que hace todo dios sin sentido ni cabeza ni nada, pues magia no esperes, claro.
En cambio, si creces un poquito, te das cuenta de que puedes conseguir cosas realmente mágicas que no requieren precisamente de tanta magia.
Jose me escribe:
«Me ha gustado además el ver que con tan sólo unas gomas, todo lo que se puede hacer y trabajar.
Más allá de las típica pesas y las super máquinas de los gimnasios.
Eso de llevarme el móvil o la tablet, las gomas y si acaso esterilla, y ponerte debajo de un árbol (en mi pueblo) a hacer cosas, me parece fantástico.
Sobre todo por la autonomía y la no dependencia de nada ni nadie.
Además recientemente he descubierto junto al colegio un parque donde hay ese aparato que es como una escalera puesta en horizontal para colgarse e ir avanzando con las manos de peldaño a peldaño.
La semana pasada me decidí a probar y me sentí con más seguridad (lo había probado en mi barrio y sólo alcanzaba dos -tres peldaños).
La crucé entera!
Me puse muy contento».
Esto pasaba y me lo comentaba al terminar la Semana 3 de Movilidad Natural.
O sea, que le quedaban 5 más todavía.
Imagínate lo contento y seguro y capaz y autónomo y libre que se sintió al terminar.
Las inscripciones están abiertas.
Rober
PD: la historia es tan esclarecedora que no hace falta ni la típica moraleja final que suelo incluir. Frescos, contentos, seguros, autónomos, conscientes, engrasados. Tú y tu cuerpo, tu cuerpo y tú. En el enlace.