Cómo hacer que Dios se parta de risa

Estaba el otro día con dos amigos en casa de uno de ellos.

Cada uno de nosotros estaba con sus crías.

Éramos tres padres, dos niños y dos niñas.

El más pequeño no tiene los 3 años.

La más mayor está a punto de cumplir los 7.

Y te puedes imaginar la escena.

Un par pintando por el suelo.

Otro medio dormido y quejosillo retozándose por el sofá.

Y otro dale que te pego para arriba y para abajo con una de esas pelotas con cuernos en la que te montas y das botes.

A ver, a ver, peques.

¿El PLAN no era ir a comer un helado?

Pues va, venga, vamos recogiendo.

Y algo que podría estar listo en un pispás se alarga (después de una eterna batalla) por más de media hora.

Porque, claro, ahora una no quiere.

El otro tiene hambre.

La otra pipi.

Se ha derramado agua por ahí, y hay que recogerla.

¿Dónde están tus zapatos? Que no hay manera de encontrarlos…

En esas que uno de los adultos, Isaac, suelta:

“El pan de cada, la adaptación continua”.

Es algo que sobre todo a las personas más “mentales” les suele superar.

Y a toda la gente normal en general nos cuesta aceptar.

Ojo: tengas o no tengas hijos; que todos vamos a tope con todo.

¿Qué es lo que no soportamos?

Precisamente, esa realidad cambiante.

La constante necesidad de tener que estar modificando los planes cada dos por tres, “luchando” con los imprevistos.

Cuando nosotros lo tenemos todo tan bien planificado y estructurado y cuadriculado.

Pero siempre siempre siempre, aunque lo neguemos y lo rechacemos y nos toque los huevos, acaba ocurriendo algo.

En casa bromeamos con esta “cita”:

Una persona normal NUNCA tiene una semana normal.

Esto, en cuestiones de actividad física y ejercicio y entrenamiento, provoca muchísimo desgaste.

¿Por qué?

Porque con todo eso de los objetivos y los resultados y tal, por lo general las cosas se plantean de manera programada, determinada, fija.

De hecho, la gran creencia que acompaña a dicha conducta es que si no lo haces así no va a funcionar.

Nada más lejos de la realidad.

La reunión de padres en el cole, la fiesta de cumpleaños de un amiguete, llevar el coche al mecánico, ir al médico, un dolor de cabeza, otra reunión de vecinos, un primo del pueblo que viene de visita, la final de la Champions…

Cuadricular las cosas, aunque “lógicamente” parece ayudar, lo que hace es complicarte la vida.

Todas las semanas, TODAS las semanas pasa algo que descuadrará tus planes (te guste o no).

Bien.

En cuestiones de “entrenamiento” puedes seguir flagelándote y tratando de ser más “disciplinado” y organizarte mejor y esas cosas,

y también no ver realmente los patrones que se repiten, la lucha que hay detrás, toda la frustración y la ansiedad derivadas de esa sensación de que no avanzas porque al final pasa algo que no te deja cumplir con tu programa.

O puedes aprender a hacerlo de otra manera mucho más flexible y conciliable con la vida de una persona normal.

La segunda opción:

Calistenia Minimalista – Antiprograma de Fuerza de Brazos y Piernas

Rober

PD: ¿Cómo hacer reír a Dios? Cuéntale tus planes.