Por qué mi mujer me pide permiso para apuntarse a mi curso

(De cuando lancé un nuevo curso).

Ayer por la tarde dábamos una vuelta y mi mujer me preguntó cómo iba lo del nuevo curso.

Yo le confesé un par de cosas.

La primera fue que me está sorprendiendo.

Que yo pensaba que estos asuntos le importaban poco a la gente.

Lo de moverse mejor, con mayor libertad.

Para gozar de la vida.

Y que es una pena.

Que la gente, la mayoría, “hacen ejercicio” por miedo, por obligación, no por disfrute.

Como tantas otras veces cuando solo haces que suponer porque vives en tu mundo, me equivocaba.

La gente, esta gente, la que lee esto no es idiota, no lo somos.

No digo que los demás lo sean, no lo sé; pero nosotros no.

Vemos las cosas.

Nos damos cuenta.

Y el curso se basa en una evidencia.

No una evidencia de vidente, esotérica.

Es algo palpable, tangible, que experimentas, notas, sientes cada vez que te mueves.

Y más cuando es haciendo algo que te gusta.

Esto:

Una vez tienes los fundamentos cubiertos,

(y, por suerte, a estas alturas por aquí de esto abunda; por ahí fuera no, pero aquí sí)

lo que no te deja disfrutar plenamente de lo que practicas,

disfrutar disfrutar de verdad, me refiero, sin limitaciones, sin restricciones, con plena confianza, porque te puedes mover a tu antojo,

siempre es lo mismo.

A mi mujer le pasa con el yoga.

Al resto con el Pilates, el Crossfit, las kettlebells, la escalada, el pole-dancing, el surf…

Es siempre el mismo obstáculo:

Un punto débil, o generalmente varios, en la movilidad articular de las piernas.

Siempre las mismas carencias.

Que no te dejan moverte como realmente quieres y, consecuentemente, disfrutar plenamente.

Ya no somos idiotas con esto y nos damos cuenta.

La segunda también subyace de un error mío, porque reconozco que a veces me paso.

Ya sabes que con mis chapas quiero ir un poco más allá.

Sobre todo en el sentido de cómo se conectan los puntos.

El movimiento con todo lo demás.

Es decir, no es solo moverse como “ejercitarse”, como actividad física,

sino el resto de las implicaciones que tiene en nuestra vida así, en general, como sociedad y cultura.

Por eso tiendo a ser “filosófico” en algunas cosas de las que escribo, por así decirlo.

¡Pero!

Una vez la filosofía está clara, ¿para qué darle más vueltas?

Ya basta.

No le vamos a dar ni una.

El curso es claro, preciso, directo.

Solo para hacer, para moverte; ni una sola filosofada.

Son 10 meses y 9 estadios/niveles progresivos y específicos.

Cada uno dedicado a una misión, un hito, un patrón en particular, para no liarte ni mezclar las cosas

(que suele ser el peor de los errores).

Y para centrarte y llevarlo a cabo de forma determinada, sencilla y viable

(que suele ser el segundo peor error, no hacerlo así).

5 semanas pumpum, pumpum, pumpum, con una cosa, solo una cosa, un estadio.

Mejoras por co jones, si se me permite.

Y luego a por el siguiente.

Así 10 meses.

Consistentemente.

En modo ejecución 100% y todo bien mascado.

Total que, después de mi chapa, mi mujer va y me dice:

–Qué guay, cariño. Oye… ¿Y yo me puedo apuntar? ¿Lo podría hacer?

–Jo der, ¡pues claro! A ver… Tienes que, sí, tienes que reservarte dos ratos de 50’ a la semana. Pero luego nada más que seguir el plan, “sin pensar”, pumpum pumpum.

Y se ha apuntado.

En este curso, digo:

Movilidad Avanzada de Piernas

Rober

PD: sinceramente, al diseñar este curso me he focalizado obsesivamente en una cosa, solo en una cosa – que los programas de cada estadio fueran cortos, sencillos y viables. Al inicio de cada estadio ves los tutoriales y el plan de 5 semanas en media horita o tres cuartos. Después los pruebas (para ajustar las progresiones a ti) y los comprendes. Y luego 5 semanas pumpum, pumpum. Ya está. Bueno. 9 veces en 10 meses. Movilidad programada. Solo hacer. Sin complicaciones. Por este precio es un regalo. En el enlace.