*Esto lo escribía y programaba a primeros de diciembre de 2022, después de la primera vez que usé chatGPT-3.
No sé cuánto tiempo habrá pasado ni cómo habrá evolucionado la cosa…
Sí.
Yo también caí.
Y no tengo pensado volver a hacerlo en un tiempo, mucho tiempo.
Aunque asumo que volveré a hacerlo, seguro.
Porque de primeras, cuando paré, uff, se me pusieron unos nubarrones bien oscuros en la azotea.
Tardé unas horas en recuperar el ánimo.
Luego, más en frío, se me pasó.
Y empecé a ver con más claridad.
Oh.
Esto es tan bonito.
Fíjate bien.
Ayer por la mañana me pasé una hora hablando con el chatGPT ese que es artificialmente inteligente.
Sí, el que además de hablar contigo y resolverte prácticamente todas las dudas del mundo, también las más existenciales, va aprendiendo sobre la marcha a un ritmo desenfrenado.
Porque no aprende solo de ti.
Aprende de todo el mundo que está charlando con… ¿ello?
Y, bueno. Ya ves…
El primer pensamiento que se me viene a la cabeza es que la puñetera máquina, porque no olvidemos que es una máquina, no un ser humano, por mucho que la orientación sea diseñarla a nuestra “imagen y semejanza”, es que conforme más tiempo pasamos con ello, más nos conoce y más información recopila para, algún día, sustituirnos y destruirnos o, tal vez peor, esclavizarnos.
Vaya.
Ahora que emerge lo de esclavos, siguiente hecho y temor:
Ayer no me pasé una hora hablando con una máquina.
Ojo al dato.
Ayer me pasé otra hora más hablando con una máquina.
Justo como ahora, escribiendo en un ordenador, aunque me dirija a ti, querido suscriptor.
Y encima con ese potencial de estar contribuyendo a que la profecía de 1984, Terminator y Matrix se combinen y se hagan realidad.
¿Entiendes porque decidí no volver a usar la IA durante mucho tiempo?
¿Ves los nubarrones?
Después, por la tarde, la cosa se despejó.
Se empezaron a abrir claros.
Si en 1990, cuando yo tenía 10 años, le dicen a mi padre (informático) que en 2022 su hijo se estaría ganando la vida enseñando a moverse a alguien que vive en Nueva Zelanda mediante una pantalla que puedes guardarte en un bolsillo mientras, gracias a eso, yo puedo pasar un poquito más de tiempo de calidad con su nieta, lo flipa.
Y esto es solo un simple y reducido ejemplo.
No sé si somos conscientes de cómo ha impactado la revolución de Internet en nuestras vidas.
Habrá quien se centrará en el lado oscuro –que lo hay.
Yo, en este sentido, solo veo posibilidades.
No voy a decir que ni “buenas” ni “malas”.
Posibilidades que nuestra mente no alcanza a imaginar.
Infinitas posibilidades.
Se me eriza la curiosidad.
Y ahí es cuando aparece, cómo no, el movimiento.
Porque fíjate en otra cosa.
Bueno, en dos.
(1)
Sea como sea, hay algo que seguirá siendo inevitable.
Tú y yo y seguramente unas cuantas generaciones más no tendremos más remedio que seguir viviendo a través de un cuerpo.
Un cuerpo que necesita, debe y puede moverse.
(Para entender las diferencias que esto implica, lee mi libro).
Esto, para algunas personas, puede que sea una muy mala noticia.
Para mí es buenísima.
Qué bonito. ¡Qué bonito!
Tener este cuerpo y moverlo y vivir, digo.
(2)
Lo del cuerpo y el movimiento, pues, es inevitable.
Ahora.
Lo que sí puedes evitar es lo de las máquinas y los esclavos.
Quiero decir:
No ver las posibilidades.
Las infinitas posibilidades.
Y moverte como una máquina y esclavizarte con lo del ejercicio.
Eso, bueno, cómo decirlo…
¿Ves o no ves lo que implica?
¿Ser humano o “ser” artificialmente “inteligente”?
Ostras.
Paro ya.
Que el lado oscuro me abduce y se me ponen los nubarrones.
(Y el cuerpo más tocho y tonto que un palo de escoba haciendo burpees).
Todas las posibilidades y el movimiento y la vida y lo bonito está aquí abajo.
(Sobre todo hablando de Locomociones, Invertidas y La Práctica).
Movimiento humano con estos cursos.
Rober
PD: ayer me preguntaba un amigo si no estaba cagado por la cuestión de que si con las IA’s nos quedaremos sin trabajo.
No lo estoy.
Al contrario. Estoy entusiasmado.
¿Por qué?
Próximamente publicaré los detalles.
¿En resumen?
Veo posibilidades y elijo moverme por y hacia la curiosidad.
El maquinismo y el ejercicio como deber disciplinado para los cobardes que buscan (la ilusión de) «control» y certidumbre y prevención y otras bobadas, sumidos en el miedo.
¡Quiero jugar y vivir libremente!
Si tú también quieres, es en el enlace.