Jamás me atrevería a dar lecciones de nada.
Una de mis grandes motivaciones es dar ejemplo e inspirar a los mediocres.
No voy a pecar de falsa modestia. Ya te lo he explicado. A mediocre de base no me gana nadie. Soy el campeón del mundo de los mediocres.
Un día, debido a una serie de circunstancias, me di cuenta de que ser mediocre no tenía nada de malo y de que podía moverme fuera de lo convencional, de lo establecido, de lo que se supone que debes o tienes que hacer.
Y mírame.
A pesar de esa mediocridad innata, y luego reforzada por la incultura del movimiento, y aunque mi camino del movimiento haya empezado algo tarde, no me muevo tan mal ¿no?
«Si yo puedo, tú puedes», a bote pronto, en general, suele ser un eslogan barato, fácil, cutre, resobado en nuestra era plagada de tazas Mr. Wonderful, unicornios rosas, fotos filtradas y realidades edulcoradas.
Por eso no me arriesgaría, no me atrevería a utilizarlo si no estuviera plenamente convencido de que puedo hacerlo con la conciencia tranquila.
Si yo, Rober, he podido, tú puedes.
De sobras.
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