Imagínate.
Estás haciendo un estiramiento de cadera.
Notas la tensión justo aquí y te sientes algo restringido.
Pero si rotas un poquito la pierna, orientas así la pelvis o proyectas el cuerpo y te alargas hacia allí, la cosa cambia.
Lo tendrás en cuenta.
Estás practicando una vertical.
Vaya. Los codos se han desbloqueado. O las escápulas se te han hundido. Ha sido sutil.
Y entonces te caes. Y lo anotas en tu libreta.
Estás ejecutando una dominada.
El orden ha sido preciso, muy bien sincronizado. Y esa extensión torácica bien acentuada.
Qué bien. A repetir.
Estás aprendiendo una acrobacia, un paso, una transición, un patrón nuevo.
Algo no fluye. ¿Es miedo?
Tal vez cómo distribuyes el peso. Quizá la trayectoria de las piernas.
Necesitas investigar, probar, estudiar, exponerte más.
En ninguno de estos procesos el resultado es el foco.
La posición final del estiramiento, la vertical, la dominada o la acrobacia. El “dinero”, la “felicidad”, los resultados empujan para despistarte.
Pero no.
Todo gira en torno a dos preguntas.
Vas bien. Justo así. Eso es practicar. Y moverse mejor.
¿Dónde pongo mi atención, mi energía y mi tiempo?
¿He aprendido algo hoy?
Una forma de practicar el preguntar y el responder esas dos preguntas,
y cuidar de tus tres tesoros:
Invertidas – El arte de moverte bocabajo
Rober
PD: Posibilidades (y resultados) y preguntas y respuestas personales e infinitas. Para toda la vida (y el movimiento). En el enlace.