Empecemos por el final del enunciado, para no caer en confusiones.
Esta regla sirve para moverse mejor.
No sirve para moverse más.
Ni mucho menos para hacer más ejercicio, deporte, fitness o lo que sea.
Solo para moverse mejor.
Por eso, si no lo has hecho ya, antes de pasar a la Regla de las 3 C’s, te recomiendo tener bien claro el marco y propósito de tal regla.
Lee: Moverse mejor para tontos. Del fitness y el entrenamiento a la libertad de movimiento
LA REGLA DE LAS 3 C’S
La Regla de las 3 C’s no es nada complicada.
En un momento dado, sea cuando sea, puedes pararte a observar tu movimiento.
De hecho, es algo que te recomiendo de primeras.
Que, al menos de vez en cuando, te pares y te observes, como si estuvieras mirándote por la mirilla como hace la vecina chafardera del quinto segunda.
Esto puede pasar antes de iniciar una “temporada” después de vacaciones, al introducirte en una disciplina, al determinar una dirección que vayas a seguir durante un tiempo o tal vez en un instante concreto, “dentro” de una sesión de movimiento, entrenamiento, ejercicio o llámalo como quieras.
Entonces…
El primer paso es parar.
Parar para respirar(te) y observar(te).
¿Por qué?
Porque puede ser que aquello que tengas entre manos sea lo que menos necesitas, debes o incluso quieres hacer.
Y que, en realidad, sea producto de un automatismo, de una ilusión (generalmente de control), de un miedo (habitualmente de sentirte excluido, en soledad), o, relacionado con esto último, de una corriente cultural, grupal que quizá para ti, en lo más profundo, no tiene sentido pero… como todo el mundo lo hace…
(…pues va y tú haces series de 200 burpees o planchas abdominales de 2 minutos o 109 saludos al sol… Sin comentarios).
En definitiva:
Dadas las circunstancias y nuestra naturaleza socio-dependiente, lo más probable es que precisamente hagas, practiques, te muevas inconscientemente de una manera que no “toca”, no encaja, no necesitas, no debes o incluso no quieres.
Por eso lo primero es parar, respirar y observar.
¿Y para qué?
Esto nos lleva directamente a la aplicación de la primera C.
CONCIENCIA
Hablamos de automatismos inconscientes, escondidos en la sombra, y de elecciones tomadas generalmente desde dos puntos de partida:
- El miedo “natural”, instintivo, evolutivamente social, a menudo exprimido por las marcas comerciales y/o papá Estado («cuidamos de ti»), fundamentado en la necesidad de pertenecer a un grupo y sentirte parte de él. Pura supervivencia.
- El miedo “cultural”, adquirido, instaurado habitualmente por la voz experta que lo promueve, que te contagia la necesidad de supervisión, seguimiento, permiso, y que termina derivando en “yo no tengo ni idea de qué hacer; espero que el entrenador / fisio / médico / influencer me diga que es lo que tengo que hacer”.
*Fíjate en que ambos miedos pueden solaparse perfectamente. De hecho, casi siempre lo hacen.
Si caes en la trampa, insisto, inconsciente (no te sientas mal por ello, que nos pasa a todos constantemente), pues eso…
Puedes verte atrapado en laberintos y nudos de necesidades, deberes y “voluntades” que, en realidad, ni son tuyas ni son la mejor manera de moverte en un momento dado.
En este caso, además, ten muy presente qué papel juega en tu práctica de movimiento esta palabreja que se ha puesto tan estoicamente de moda:
¡DISCIPLINA!
¿Te imaginas convertirte en «el más disciplinado de la clase» justo en aquello que no necesitas, no debes o no quieres hacer?
No tiro más del hilo, que esto huele a desastre…
Así que la primera C consiste en darse cuenta, en sacarlo a la luz, en ser consciente.
Si no eres consciente de cómo te mueves y cómo realmente necesitas, debes o quieres moverte, ¿cómo vas a moverte mejor?
COHERENCIA
Bien.
Te has dado cuenta.
¿La cosa encaja?
Guay.
Adelante.
¿La cosa no cuadra?
Y, al menos por lo que yo suelo ver, ya te digo yo que es lo más habitual, con diferencia.
Pues ya sabes que incluso cuando a corto plazo parece que “funciona”, a medio y largo plazo la cosa acabará petando.
Que en esta vida es muy jodido hacer cosas que no necesitas, o no debes, o no quieres hacer.
¿O no te ha pasado nunca?
Total que, como ya eres consciente, ahora puedes empezar a tomar decisiones con otra C.
Con C de cabeza.
Y no T.
T de tuntún.
O de tontería.
Pero no vamos a entrar ahí…
Cómo te mueves y cómo necesitas, debes o incluso quieres moverte necesita y debe e incluso quiere encajar, cuadrar, fluir, conectar.
Necesitas, debes y (espero que) quieres:
Coherencia.
¿No?
COMPROMISO
Hasta aquí es todo muy bonito.
Como todo lo conceptual, racional, lógico, de “sentido común” (no tan común).
Ahora…
Cuando es hora de arremangarse…
Vuelvo a recurrir a la resobada “cita” marca de la casa:
LA INFORMACIÓN NO SIRVE DE NADA SIN TRANSPIRACIÓN.
En este caso, por mucha conciencia (de hechos) y coherencia (de intenciones) que haya, si al final lo que hay no es acción…
¡Mira!
Otra C:
Caca de la vaca.
Todo el trabajo que te has pegado parando, respirando, observando, siendo consciente y planteando tu dirección hacia la coherencia se queda en nada si no te comprometes con ello, si no ejercitas y ejerces tu responsabilidad, si no pasas a la acción, SI NO TE MUEVES.
¡Y ya está!
Esta es la Regla de las 3 C’s.
No es nada complicado.
Que no tiene nada que ver con que no sea difícil.
Porque, siendo franco, lo es.
Yo, al menos, que llevo mucho tiempo con ello, no ceso de caer una y otra vez en las mismas trampas.
¿O te creías que era un ser de luz perfecto e inmaculado?
Nada de eso.
Pero te puedo asegurar que cuanto más apliques la Regla, pues como todo…
Menos te costará aplicarla.
Y casi como consecuencia, y no como “objetivo” o “resultado”, estarás siempre subido en el tren de moverte mejor.
Al menos más adecuado a tus necesidades, también deberes, por qué no voluntades individuales.
Vaya, con cabeza, no al tuntún.
Espero que la Regla de las 3 C’s te sea útil.
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Que tengas un gran día,
Rober Sánchez