Este es el quinto capítulo del proyecto Cómo moverte con un bebé (o una vida de alta demanda).
Tienes toda la información del proyecto en su página de presentación e índice.
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Este tipo de movimiento, el integrado, es, seguramente, una de las propuestas que más han contribuido a mi «fama».
De hecho, ocupa gran parte del curso estrella del Laboratorio, Movilidad Natural.
Y también juega un importante papel en otro curso gordote de esta escuela en colaboración con Goigroup, el equipo del neurólogo Arturo Goicoechea, Movimiento Libre.
Todo parte de un hecho indiscutible: el ser humano, hasta hace muy poquito tiempo, nunca ha tenido que «hacer ejercicio», básicamente por la imposición natural de la vida de la necesidad de moverse para sobrevivir, en un principio (caza-recolección) de manera extremadamente rica, diversa, impredecible, y más tarde igualmente exigente, aunque ya empobrecida, monótona, previsible y abusiva según la estación del año (ganadería y agricultura).
En cualquier caso, a pesar de no «hacer ejercicio» (y sin entrar en los perjuicios físicos de la vida «moderna» repetitiva del campo), físicamente todo marchaba bien hasta hace relativamente poco tiempo, ya que todo el movimiento del ser humano ocurría de forma integrada en su día a día.
El ejercicio, la práctica deliberada de actividad física, el reservar bloques de tiempo y planificarlos, programarlos y encajarlos en lo cotidiano como si el movimiento fuera una cosa separada de uno mismo (concepto de encabezonamiento del Capítulo 1), es algo reciente, moderno que llamo movimiento intencionado.
Entré en mucho más detalle en la diferenciación entre ambos movimientos en el segundo capítulo de Camina, salta, baila. Muévete más y vive mejor.
De tal hecho, entonces, hace unos años se instaló en mí una pregunta que me hago a mí mismo y me respondo ACTUANDO cada día:
¿Cómo lo podría hacer para que gran parte de mi movimiento, o al menos los mínimos «necesarios», estén integrados en mi día a día?
Porque otro hecho indiscutible es que a mayor porción de tiempo pretenda dedicar a mi «ejercicio» intencionado, más fricción y conflicto, porque más probabilidad hay de que los cien mil imprevistos diarios de un persona normal con un bebé y/o una vida de alta demanda releguen lo de moverse intencionadamente a último término o incluso a su omisión (que es lo que le termina pasando a la mayoría).
De ahí que conciba el movimiento integrado como indispensable.
Mi práctica intencionada (la tengo y la explicaré muy pronto) está muy bien y tiene su miga. Peeeero… a veces se ve afectada por mi vida de persona normal y me veo obligado a modificarla o incluso (excepcionalmente) a dejarla ir.
Así mismo, cuando esto ocurre, como mi día a día está plagado de movimiento natural integrado, no me preocupo ni lo más mínimo por si «hoy no he podido hacer ejercicio». Tampoco hay culpa, frustración, autoflagelación o algún otro tipo de roce vital.
Los mínimos están más que cubiertos gracias al movimiento integrado (sumado a mi práctica matinal detallada en los capítulos 1 a 4 de este proyecto).
MACROMOVIMIENTO INTEGRADO RÁPIDO
Como un servidor es un humano moderno más, industrializado, metódico, cuadriculado, matematizado, al plantear el movimiento integrado en mi cabeza no puedo evitar caer en una especie de clasificación, dividiendo dicho movimiento en lo macro y lo micro.
Con lo macro se termina rápido. De hecho, más allá de si tal o cual persona es más o menos sedentaria, creo que es algo que todos tenemos en la cabeza.
Son los tópicos que, por supuesto, forman parte de mi día a día. Fíjate en que ya en el Capítulo 2 explicaba por qué caminar y correr son mis primeros movimientos tangibles.
Con los tópicos me refiero a lo de siempre, no soy nada original…: ir de aquí para allá gracias al motor de las piernas (caminar, bici, etc.), subir y bajar escaleras, cargar con la compra, etc.
*Si tienes peques, ya conoces el gran extra de «papaaaaa… ¿me coges en brazos?». En mi caso, Abril acaba de cumplir 5 años y ya pesa algo más de 23 «kilos no diseñados para ser cogidos», si los comparas con una barra, una mancuerna o una kettlebell, digo, lo que todavía hace más rica e interesante la experiencia.
Como esto es tan obvio y en gran parte está cubierto ya de buena mañana y entre los mil trayectos a pie que hago (entre ir y volver del colegio, pasear a mi perra, comprar en los comercios de mi barrio, etc., mi media diaria ronda los 15.000 pasos), esto ya lo hemos resuelto rápido y prefiero centrarme en lo micro..
¿Por qué?
Te cuento…
LO MICRO: DE LA MÁXIMA COMPRESIÓN A LA MÁXIMA EXPANSIÓN
La puesta en práctica del (micro)movimiento integrado en el día a día es algo tan complejo como la vida misma de una persona normal.
Aunque hay una simplificación (que nos hace correr el riesgo de caer en cierto reduccionismo, ojo con esto) que resulta muy útil.
Si miramos la vida actual, más allá de los perjuicios globales y sistémicos del sedentarismo en sí mismo, al menos mi experiencia me dice que la restricción más frecuente (y sufrida) con la que la mayoría de las personas normales tienen que lidiar, incluso las que «hacen ejercicio», rondan cuestiones de amplitud, conciencia, control y coordinación articular, algo que podríamos englobar en el término movilidad.
Para quien «hace ejercicio», el sedentarismo así, «a lo grande», puede parecer estar resuelto.
A la vez, rigidez, tensión, entumecimiento, acartonamiento, cortocircuito motriz, tanto a nivel global como analítico, son señales la mar de prevalentes.
Insisto, incluso para los que van tres días a la semana al gimnasio y cumplen con sus «rutinas».
Ya no te digo para los que salen con la bici, a correr, juegan sus pachanguitas.
Todo eso está muy bien, cuidado.
Dejando a un lado lo evidente de quien no hace nada de nada, cuando uno practica lo que sea, un deporte o vete a saber qué, la pregunta clave siempre es la misma.
Y no es qué estimula aquello que practico (generalmente gimnasio, cardio, «deporte X»).
¿Qué es lo que falta?
¿Qué es lo que, por insistir en una dirección, estoy dejando abandonado?
En el 99% de personas activas, ejercitadas, «deportistas», la movilidad es la respuesta.
Cuando la simplificación de la que hablaba esconde la solución.
Olvídate de las palabrejas que soltaba.
Y de las articulaciones también.
Hacerlo así tiene muchísima utilidad para el desarrollo y el aprendizaje, tratar la cosa por sus partes (articulaciones).
Pero, en el fondo, va mucho más allá y, de hecho, no funciona así.
El cuerpo no funciona así. Solo es una forma de analizar y «manipular» la cuestión.
Obsérvalo globalmente en términos de sinergia y amplitud.
Y simplifícalo en torno a dos posibilidades (que, en realidad, esconden muchísimas más posibilidades, tendiendo a infinitas):
**En los enlaces verás un ejemplo rápido de cada en forma de Test, para que puedas probar a ver qué tal.
Todas las posibilidades de movimiento (no de movilidad) del ser humano ocurren entre estos dos extremos: la sentadilla profunda y la suspensión pasiva, en términos diremos que «técnicos».
Gestos/posturas que han sido protagonistas durante gran parte de nuestra evolución.
Y, encima, integradas de manera natural.
MICROMOVIMIENTO NATURAL INTEGRADO
Así pues, cuando planteo mi movimiento integrado, más allá de lo locomotivo que ya he mencionado como «tópico», me centro en qué le ocurre a mi cuerpo desde un punto de vista articular, ya sea bajo una mirada global o analítica.
A lo largo del día, no solo cuánto sino… ¿de qué maneras y en qué amplitud se mueven mis articulaciones?
Y no en plan gimnasta o artista del Cirque du Soleil, sino bajo un prisma vamos a decir «natural».
¿Exploro posibilidades de movimiento variadas y amplias, tanto en lo compresivo como en la expansivo, que estimulen y nutran mis articulaciones en todos sus «rincones funcionales» de manera diversa, rica, incluso compleja?
*Para lo compresivo y lo expansivo también acostumbro a utilizar otra clasificación: movilidad natural baja y movilidad natural alta. De todo esto no te voy a poner ejemplos visuales porque tienes un vídeo súper chulo (pincha aquí) en la página de Movilidad Natural donde ya se ve todo.
De alguna manera, a pesar de que uno pueda considerarse una persona físicamente activa (no sedentaria) y camine y corra y cargue con la compra y juegue con los peques y se mueva «bastante» en lo cotidiano en base a movimientos tan factibles como los mencionados, lo «regular» (no irregular), previsible y monótono de tal escenario hace que igualmente se pueda estar cayendo en algo que denomino sedentarismo articular.
Sí, las articulaciones participan en esas acciones físicas cotidianas como caminar, hacer la casa o cargar la compra, pero siempre de la misma manera, reiterando los mismos patrones, mientras se dejan de lado otras posibilidades y, por lo tanto, perdiéndolas y promoviendo la rigidez, tensión, acartonamiento que todos conocemos, formas que tiene el cuerpo de protegerse por falta de exposición y, definitivamente, miedo a lo desconocido.
Recalco: lo que no usas, lo pierdes.
Nuestras articulaciones son las protagonistas de todos los movimientos que realizamos (no tanto los músculos, que están a su servicio). Pueden rotar, inclinarse, hasta deslizarse entre ellas. No es solo una cuestión de tratar al cuerpo como si fuera una composición de bisagras (visión clásica y pobre a la que se recurre incluso en entornos académicos).
De ahí que mi micromovimiento natural integrado (alto y bajo) que practico y promuevo, ya sin más dilación, es algo que podríamos resumir como:
- Pasar tiempo «por ahí abajo», entre distintos tipos de sentadillas, simétricas y asimétricas, y otras posturas, así como transiciones entre ellas (el movimiento «de verdad»), recurriendo a ellas para tareas como comer, charlar, mirar el móvil, trabajar, lavarme los dientes y, bueno, esto me lo ponen a huevo… ¡Estar con los peques!
- Pasar tiempo «por ahí arriba», colgándome, balanceándome y transitando de las más diversas maneras en cualquier soporte que tenga a mi alcance (no tiene por qué ser solamente una barra fabricada para que los humanos nos colguemos). En este sentido, la actitud buscavidas que conocen bien mis alumnos de Movilidad Natural es una gran aliada. Dado el escenario en el que vivimos, no es «fácil» encontrar lugares de los que colgarse a simple vista, aunque con un cuerpo curioso y una mirada apreciativa las posibilidades son numerosas.
De esta manera, aunque haya hablado primordialmente de las articulaciones debido a lo empobrecido de nuestro estilo de vida físico, en realidad me paso el día moviéndome continuamente entre lo más compresivo y lo más expansivo sin «hacer (ni un maldito) ejercicio».
Qué vida.
Cuánto movimiento.
Y, fíjate tú, en el fondo del fondo del fondo, nada de lo relacionado con lo que he dicho (sedentarismo articular, salud, restricciones, molestias, etc.) son el motivo primordial para incluir cantidad de movimiento integrado en mi día a día.
LA META-MOTIVACIÓN DEL MOVIMIENTO INTEGRADO
Una vez más, a costa del riesgo de parecer pesado, no puedo dejar pasar la oportunidad de «machacar» con lo siguiente:
Cuando planteamos cualquier tipo de movimiento, de actividad física, de «ejercicio», pecamos de pensar demasiado en todos esos motivos y motivaciones racionales que acabo de repasar, cuando no es necesario y el propio cuerpo y la propia vida se ocupan de ello si hay movimiento rico y diverso en todas sus formas y posibilidades.
Fíjate en esto:
Cada vez que integras el movimiento en tu vida, ya sea a lo marco o a lo micro, y ya sea a lo compresivo o lo expansivo, por abajo o por arriba, hay un momento de reconexión consciente con el cuerpo.
Un movimiento hacia el aquí y el ahora, en el aquí y el ahora (sin espiritualidad ni cosas raras, si no son de tu gusto).
Un «¡Eh! ¡¡Chaval!! Sal de tu cabeza. No es por ahí. Vives en movimiento a través de tu cuerpo. ¿Te das cuenta? No lo olvides, anda…».
(Y, por dios, no caigas en la trampa de reducir el Movimiento al «movimiento» del cuerpo. No es un culto al cuerpo en plan sofisticado, ni mucho menos.
Es una autoconciencia y un reconocimiento de lo que es para retornar a ello, y no ser una presa autómata de una cabeza robotizada.)
Esta es la meta-motivación.
Esta es la continuidad del estado basal pro-movido desde buena mañana.
Este es el «poder» (ni esotérico ni illuminati) de la práctica de movimiento.
Y todavía hay mucho más, que quedan cuatro capítulos…
De momento, si tienes cualquier duda que quieras que responda, déjala en los comentarios (según las bases del proyecto).
Notificaré mis respuestas en público y por correo —si quieres estar al tanto, suscríbete a mi lista de correo aquí.
Rober Sánchez
Que razón tienes, siempre he intentado ir a la esencia de las cosas para intentar comprender este mundo, que a veces parece tan caótico.
Me doy cuenta de que la experiencia en sí, es indivisible pero tenemos un don que es como una barita mágica, la capacidad de nuestra mente para analizar, para separar, es como poner la vida en un laboratorio, «vamos a hacer como si fuera posible» y realmente los resultados son tan espectaculares, tan contundentes que todo nuestro desarrollo tecnologico, gran parte de la cultura humana, especialmente la tangible, la material, viene de ese toque mágico, por eso me parece a mí que es tan fácil acabar olvidándonos de que era solo un experimento de que en realidad la experiencia del mundo, nuestra existencia misma NO ES DIVISIBLE.
Y sin ese retorno, esa mágica capacidad mental tiene un alto precio, esa sensación de fragmentación, de desorden que también asola nuestra cultura actual.
A mi me resulta muy útil no olvidar eso, sin pretensiones místicas, por puro pragmatismo tanto en lo somático, como en lo psíquico y también en lo pneumático, por seguir a los griegos, que también debieron darse cuenta de que, tal como recoge el Tao Te Ching:
Del uno surge el dos
Del dos surge el tres
Y del tres surgen los cien mil seres
Y si nos fijamos bien, tanto en el tao, como en la biología o en cualquier marco teorico que pretenda ser instrumento eficaz, podemos encontrar esas triadas básicas, hasta la dialéctica marxista, tan materialista ella lo hace patente con ese paralelismo entre Yin, Yang y Equilibrio del Tao y su Tesis, Antítesis y Síntesis.
Y busco, por ejemplo:
Natural Integrado, como unidad.
Compresivo / expansivo, como una de la polaridades posibles, tal vez la más básica, el latido, desde la célula hasta el cuerpo en su totalidad pasando por las órganos y sistemas
Y me pregunto, antes de pasar a la diversidad de los 100.000, qué podría tomar como el tres en el movimiento natural?
Como ves yo soy una más de esas seguidoras que son más teóricas que prácticas
😉😘😘😘
Para mí uno de los «secretos» (jaja) no consiste en encontrar una manera de dejar de separar porque, precisamente, como describes, en el marco racional, intelectural, funcionamos como funcionamos, es decir, separando. No hay otra y no lo vamos a cambiar. Entonces, como decía, según mi experiencia la cosa consiste más en encontrar cierta conciliación, convivencia, descubrir cómo seguir adelante, «en movimiento», a pesar de la separación racional, integrando cada una de las partes porque, de nuevo has dado en el clavo, lo que es impepinable es la cualidad de UNIDAD en toda esta historia.
Hola Rober! Pensando en movimiento integrado hablamos de, por ejemplo, si voy a pelar unas patatas usar una sentadilla profunda…pero entiendo que sin prestar tanta atención al cómo bajo a esa posición no? Sino parecería una parodia de «Beardthebest» jaja.
Sí, es un buen ejemplo. Y, evidentemente, sin «técnica» ni cosas chungas, claro!