¿Soy un hombre blandengue?

¿Seré como aquel “hombre blandengue de la bolsa de la compra y el carrito del niño” que detestaba el Fary?

Me preguntaba ayer un amigo que si estoy bien.

Que si me pasa algo.

Bueno, literalmente, que si me estoy “ablandando”, por mis últimos artículos.

Hablando de (auto)conocimiento, continuidad, rutinas y (anti)rutina, conciencia, eje, confianza corporal, sanar el cuerpo y hacer las paces y salir del bucle machacón de «hacer ejercicio» y liberarse de los perjuicios de la monotonía corporal.

¡Jaja!

Leído así sí que suena un tanto blando.

¿Pero qué quieres que le haga?

O, mejor dicho:

Honestamente… ¿Qué es lo que requieren la cosa y el momento?

  • Cuerpo tocho (rígido) o robot (poco armonioso), tensión, espalda tiesa, oxidación.
  • Mente obtusa, adoctrinada, inflexible, disciplinada.

Pues requieren todo eso de lo que hablo arriba.

Y, fíjate tú, todo lo contrario de lo que se suele promover últimamente.

Si lo quieres llamar ablandarse, pues también, por qué no.

Aquí:

Movilidad de Columna. Liberación — Control — Fluidez

El “secreto” NO reside en una dirección, en este caso el ablandamiento.

Vimos que una columna siempre blanda (flexible pero sin control y cierta fuerza) también caca de la vaca.

La clave es una sola constante inconstante, dinámica, variable, diversa: la POSIBILIDAD de movimiento.

Poder (y saber) ser blando, suave, delicado… cuando quieres o necesitas serlo.

Y poder (y saber) ser duro, estable, firme… cuando quieres o necesitas serlo.

Un cuerpo que puede y saber moverse, vaya.

Y todo empieza y acaba y pasa a través de la columna.

Rober

Arriba.