Este es el sexto capítulo del proyecto Cómo moverte con un bebé (o una vida de alta demanda).
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Si recapitulamos, los fundamentos están consolidados y, al mismo tiempo, se puede disfrutar de ellos en una vida de alta demanda sin fricción.
- Por un lado, las mañanas de meta-conciencia, vitalidad, afinación y vigor (capítulos de 1 a 4, complementados por sus anexos).
- Por el otro, la integración del movimiento natural, tanto en lo macro como en lo micro (capítulo 5).
Peeeeero…
*Siempre hay un pero…
En ese viaje que puede representar cualquier jornada de la vida de una persona normal que practica movimiento como un servidor, si nos guiamos por el hilo conductor de Camina, salta, baila, en el fondo hasta el momento nos hemos dejado llevar por el concepto de necesidad, aun comprendiéndola dentro del gran universo de la posibilidad.
A ver… Obviamente esto no es casualidad. Es prioridad.
Quiero decir: por muy chachipiruli que sea mi práctica «en general» y por mucho que me haya abierto a las meta-cuestiones (meta-conciencia, meta-motivación, etc.), soy humano y parte del movimiento interno de mi primitiva mente se alimenta de los miedos, esos mismos miedos en los que se apoyan las necesidades.
Entonces, en este sentido uno no es idiota y hay cosas a futuro que me preocupan (muy parcialmente) y de ahí que exista cierto «orden prioritario».
Con todo lo de arriba, pues, las necesidades más básicas quedan cubiertas de sobra de manera la maaaaar de viable llueva, truene o nieve, o el bebé dictador tenga diarrea.
Sobre los sólidos cimientos «necesarios», entonces, llega el momento de disfrutar, explorar, jugar, abrirse más todavía.
Sumergirse en lo desconocido, en la incompetencia, la frustración, el descubrimiento, el aprendizaje, la adaptación, el reto.
Y en ningún caso guiado por las motivaciones pobres típicas (rendimiento, estética, salud).
Todo gira en torno a un motor: la curiosidad.
Alimentado, fundamentalmente, por la gasolina de la intuición.
Y teniendo como principal GPS de progresión la inevitable complejidad (a no ser que prefieras ser un robot que se quede anclado en la repetición exhaustiva de patrones simplones al estilo burpees y demás).
En resumen: la práctica intencionada de movimiento.
PRÁCTICA INTENCIONADA
Esto es muy fácil y muy «difícil» al mismo tiempo.
Empecemos por la parte fácil.
Consiste en no pensar en objetivos, resultados, «beneficios», músculos, calorías, mitocondrias.
El centro es uno y solo uno.
Y no es ni tan solo el cuerpo en sí.
Es el Movimiento, nutrido por movimientos.
La práctica intencionada consiste en dedicarse con intención deliberada a la investigación, exploración y aprendizaje de Movimiento (o sea, en el fondo, de ti mismo), recurriendo para su desarrollo a una serie de tareas de movimiento, en movimiento.
Por eso es una práctica, no un «entrenamiento» y ni mucho menos «hacer ejercicio».
**A nivel puramente práctico, plantearlo como si, por ejemplo, quisieras aprender a tocar el piano, y asumir que el proceso no tiene fin y durará toda la vida, suele servir de mucha ayuda para comprender la idea. El «piano», el instrumento es tu propio cuerpo. Y tú eres el músico. Y puedes tocar hasta el último día.
¿Ejemplos de posibilidades?
Gatear, saltar, rodar, lanzar, cargar, resbalar, balancearse, comprimirse, equilibrarse, arrastrarse, tirar, temblar, agacharse, relajar, bailar, sujetar, nadar, escalar, reptar, propulsarse, deslizar, ondular, tensar, trepar, pivotar, voltearse, extenderse, botar, rigidificar, empujar, patear…
¡FÍJATE!
Son siempre verbos, acciones, tareas, habilidades… MOVIMIENTOS.
(No «ejercicios» como press de banca, curl de bíceps, burpees, planchas abominables, patadas de glúteos…).
Y de cada uno de ellos se puede aprender tanto.
Y con cada uno de ellos se puede explorar tanto.
Siempre de lo más simple a lo más complejo atómicamente, uno a uno.
Y, por qué no, secuenciarlos, mezclarlos, combinarlos.
Y, por supuestísimo y finalmente, como la vida misma, improvisarlos.
Esto sería explicarlo «fácil».
¿Y explicado «difícil»?
Pues imagínate…
Es tan pero tan difícil que no se puede explicar, es imposible.
Pero esto no es una tesis doctoral, sino un mediocre blog.
Si quieres rascar más, como siempre, te invito a leer Camina, salta, baila.
¡Lo importante ahora mismo!
Lo importante en este proyecto, quiero decir, que va de bebés y/o vidas de alta demanda.
¿Cómo hacerlo?
¿Cómo llevarlo a cabo y encajarlo?
FLEXIBILIDAD
No me andaré por las ramas.
El contexto es conocido y es el que es.
44 años, post infarto cerebral, trabajador autónomo con cantidad de ocupaciones y preocupaciones, las más gordas mis hijos (Abril 5 años, Max 2 meses), seguido de mi familia y amigos, y el día a día de la casa, la perra (Lula), la compra, la cocina, el estudio, el entretenimiento (necesario también), etc.
O sea, persona normal con una vida de alta demanda.
¿Cómo encajar la práctica intencionada entre toda esa maraña?
Detallar mi «agenda» sería absurdo (de hecho, ya conoces al dedillo mis mañanas, aunque a la vez te sugiriera no copiarlas).
Hay algo más interesante: lo que he tenido que aceptar y reencuadrar con el paso de los años y las nuevas circunstancias de family man que me ha llevado a este principio fundamental de mi práctica.
De hecho, es algo de lo que está teñido mi práctica matinal, por ejemplo, a la vez tan concreta y «estructurada» y tan incierta y variable.
Y, bueno, el movimiento natural integrado en lo cotidiano ya se caracteriza por ello de base.
Flexibilidad es la palabra.
De alguna manera, me he visto obligado a convertirme en una persona tremendamente flexible, así, en general.
Inevitablemente, también he tenido que aplicar dicha flexibilidad a mi práctica intencionada.
¿Proyectos, sistemática, progresiones, método? Siguen ahí, tal como expuse en Camina, salta, baila.
Ahora… dedicación fija, «programada» en grandes bloques de tiempo ineludibles, con energía infinita para afrontar la exigencia…
¡Ja!
Pero mira, te diré algo.
Lo considero uno de los mayores aprendizajes de mi vida en cuestiones de movimiento interno.
Probablemente, de conocerme hace unos años, te habrías topado con un tipo cuadriculado, rígido, anticipativo, controlador (de su propia vida, no la de los demás, ojo), planificador al detalle (sigo siendo muy meticuloso, aunque ¿planes?… si no sé ni a qué hora le daré el próximo biberón a Max…).
Todo eso, abrazando la flexibilidad vital (nunca hablo solo de «movimiento» físico), se ha ido disolviendo por sí solo.
No he tenido ni que hacer un esfuerzo por «cambiar», así que tampoco hay mérito personal en esto.
Ha sido más una cuestión de rendición (no resignación).
Dejar de forzar o luchar y, por ende, rozar o sufrir.
Darme cuenta de que esa adaptabilidad de la que tanto pregonaba, en realidad, brillaba por su ausencia.
En términos de Taleb, ser consciente de que mi práctica pre-paternidad podía ser consistente, robusta, resiliente, firme y, al mismo tiempo, taaaaaaan FRÁGIL.
En cambio hoy, al haber soltado definitivamente (por rendición, insisto, jaja) la expectativa, el «progreso», la enorme disciplina con la que me había movido durante tantos años.
Uff.
Alivio es poco.
Paz absoluta lo resumiría todo.
Y más cuando he adoptado una nueva forma de abordarlo que, curiosamente, es la mar de efectiva y a partir de la cual también se puede seguir aprendiendo, profundizando, refinando, incluso mejorando y progresando…
MICRO-PRÁCTICAS
***El prefijo micro, en este caso, no debe confundirse con lo corporal (pequeño/analítico versus grande/global), como cuando hablamos de micro y macromovimiento unos capítulos atrás.
Cuando uno tiene una vida de alta demanda hay tres aspectos a mimar, en mi opinión:
- El tiempo.
- La energía.
- El foco.
Centrémonos en el punto 1, que es el que acostumbra a implicar mayor fricción. Aunque los otros dos también se ven positivamente influenciados por lo que voy a explicar.
Más allá de la comentada flexibilidad a la hora de plantear la práctica intencionada en general para no tener que pelearse con la vida (que ya bastante «batalla» conlleva), en el momento de reservar tiempo para practicar y aprender «en serio», no al tuntún, el concepto de micro-práctica, que he desarrollado y adaptado durante los últimos meses (empecé mucho antes de que naciera Max, fruto de mi tendencia a la anticipación), me ha salvado la vida.
¿Cómo funciona?
Sencillo.
Absolutamente todos los proyectos que tengo abiertos y que seguramente ocuparán lo que queda de año (escribo esto en junio de 2024, así que me queda más de medio año de desarrollo), ahora mismo relacionados con…
- Acrobacias.
- Rodados.
- Espirales.
- Manipulación de objetos.
- Elasticidad (no movilidad).
- Fuerza unilateral.
- Mirada apreciativa (movimiento interno).
…pues absolutamente todos ellos están planteados de una manera tan pequeña, progresiva y específica que puedo abordarlos en breves sesiones de no más de 15-20 minutos (o incluso menos algunos de ellos).
A no ser que la vida me lo ponga muy a huevo como para disfrutar de sesiones más largas (y lo hago encantado, pasarme dos o tres horas seguidas en movimiento, oh my god), la gran mayoría de mis prácticas son micro-prácticas.
Micro-prácticas que se traducen en micro-tiempo, micro-energía, micro-foco. Maravilloso.
Como decía, la mar de factible, viable, eficaz, sostenible, tolerable para una vida como la mía y la de, creo, cualquier persona normal.
Esto, para mí, hace unos años era inimaginable.
Tenía instalada la creencia de que si no practicaba en sesiones de mínimo (¡mínimo!) dos horas, no valía la pena ni ponerse. Esto, a menudo, y está claro que gracias a vivir bajo otras circunstancias, me llevaba a practicar tres o cuatro horas seguidas, incluso doblando sesiones algunos días. Bendita juventud egocéntrica…
E insisto en algo: no es tanto una cuestión de tener el tiempo disponible o no tenerlo. Si fuera multimillonario y no tuviera criaturas, podría dedicarle toda mi vida al «movimiento» aunque tuviera 57 años… y sabiendo lo que sé ahora NO LO HARÍA.
Porque no va por ahí la cosa…
Hablo más del cerramiento de mente, la rigidez con uno mismo, la obsesión por la habilidad (y no la vida).
Pero vaya, que no me quiero ir del tema…
El tiempo.
Micro-prácticas.
15-20 minutos, no más.
Una, dos, tres, ocho veces al día según el «destino», con absoluta flexibilidad, sin obligación.
Y así, como una hormiguita, seguir caminando el camino.
Gran alternativa (de verdad que nunca me lo habría pensado ni creído) para una vida de alta demanda.
Así es mi práctica ahora…
…e intuyo que por muchos años…
…al menos hasta que Abril y Max se marchen de casa, al paso que vamos como sociedad… ¿a sus 45?… ¡jajaja!
****Hay que tomárselo con humor, leches…
Si la flexibilidad, sobre todo mental, y las micro-prácticas son las responsables de que pueda seguir aprendiendo y disfrutando del proceso, lo que veremos en el próximo capítulo ya ni te cuento.
De momento, si tienes cualquier duda que quieras que responda, déjala en los comentarios (según las bases del proyecto).
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Rober Sánchez