El mito de la motivación para hacer ejercicio y moverse

(Advertencia para homo binarius: pensar no ser incompatible con moverse; pensamiento formar parte de movimiento. Tú comprender más abajo. ¡Au, au, au!)

Buscadores de motivación cuando no la hay.

Esclavos de motivación cuando se encuentra o, mejor dicho, se cree encontrar.

No hace falta motivación. No hay motivación.

¿Acaso alguien se plantea motivarse para dormir, comer, respirar, relacionarse?

Con el movimiento ocurre lo mismo.

La motivación es un invento mental, una palabra, una etiqueta.

Si se necesita motivación, es porque la mente ha tomado el mando. Pero no somos mente. Somos cuerpo.

Si se necesita motivación para cualquiera de esas cosas que no la requieren, es porque la desconexión, la descorporalización ha sido profunda, total.

Pienso, luego existo

La motivación seguirá siendo necesaria mientras se mantenga la descorporalización.

En el caso del movimiento, la causa es clara: la (no)educación física. O la educación física. A lo mejor bastaba con no educarnos…

Claro, aquello no era movimiento.

Cada semana eran veintinueve horas sentados, encerrados, callados, y una haciendo deporte, con sus normas y sus límites, ejercicios lineales y el test de Cooper. Obediencia absoluta. No era difícil que cualquiera, y en especial el mediocre, el que no tenía talento, terminara por interpretar la «clase de gimnasia» y el deporte como algo obligatorio, sacrificado, que no iba con él, que no le gustaba.

Que no. Aquello no era moverse, my dear friend.

En paralelo, la motivación: conseguir un objetivo, ser más fuerte, más guapo, más rápido, más rico. Competir, marcar más goles, saltar más lejos. Sacar mejor nota. Y si no, no sirves para moverte. Mejor matemáticas o historia.

La epidemia (des)motivacional

El resultado no podía ser otro:

  1. No me muevo. No me gusta. No sirvo. No tengo voluntad. Me convierto en una cabeza con patas, o directamente en sofá, eso sí, de piel.
  2. Hago ejercicio. Tengo mi rutina. Me aburro. Me canso. Cambio de rutina. O de clase. O de moda. No tengo ni idea de lo que estoy haciendo, ni yo ni mi cuerpo. Hago lo que me dicen. Menudo tostón. Tengo que esforzarme cada día más para ir al gimnasio y aprovecho o invento cualquier excusa para no hacerlo. Evidentemente, en vacaciones no voy nunca, justo cuando tengo más tiempo libre para moverme. Pero tengo que motivarme. ¿Salud, tableta, culo? Y vuelta a empezar.
  3. Hago deporte. Compito en lo que sea. Si no, ¿para qué tanto entrenamiento? Soy presa de las carreras, de las marcas, de las equipaciones, de los gadgets, de las planificaciones, de los entrenadores. Y me dejo un pastizal. Pero estoy súper motivado, ¿eh?. Entreno duro. Ahora, no me pidas que estire quince minutos al levantarme, solo, en invierno, en casa, sin la banda sonora de Gladiator de fondo, o que desayune en sentadilla profunda, o que me cuelgue de cualquier sitio cinco minutos al día. Si no empieza por iron o ultra o tri, paso. ¿Para qué?

Me muevo, luego existo

La cagamos.

Y ahora necesitamos re-educarnos.

El proceso ya no va a ser algo natural, innato, como lo podría haber sido si no nos hubiéramos degollado, diseccionado en cabeza y cuerpo.

Al contrario, sobre todo cuando uno empieza en esto de moverse, hay que contar series y repeticiones, y marcarse un horario dedicado al entrenamiento, y plantear ni que sea por encima hacia donde nos encaminamos, y comprometerse, y enfrentarse a un cambio de perspectiva que hará temblar a nuestras creencias no solo en cuanto al movimiento, sino a nuestra idea y estilo de vida.

Pero no se necesitan motivos.

Solo regresar al cuerpo, recorporalizarse, sin misticismos, ni mantras, ni ommmmmmmmms.

Una vez uno es consciente y comprende profundamente que no se piensa y luego se existe, sino que uno se mueve y luego existe, la necesidad de motivación se esfuma.

Y te levantas y haces lo que debes hacer. En inglés es más guay, you get shit done.

No es magia. Es un ejercicio diario, tal vez el primero.

Y a ese punto no se llega leyendo.

Se llega moviéndose.

 

(Aquí un chulo playas vacilándote, para que te quede claro que hasta el más mediocre puede levantarse del suelo sin seguir las normas de los de prevención de riesgos laborales, que saben mucho de moverse…)


Rober Sánchez – M de MovimientoSoy Rober Sánchez, director del Laboratorio de Movimiento, nuestra plataforma de entrenamiento online. Desde 2003 enseño a las personas a entrenar para construir cuerpos móviles, fuertes y hábiles, y poder moverse de verdad.

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