Existen muchas, pero la principal es una.
Me lo preguntan a menudo y me he retado a resumirlo, con lo complicado que es…
Generalmente, cuando haces ejercicio te centras en los objetivos, sean cuales sean, desde adelgazar hasta correr una maratón, pasando por mejorar tu salud, hacer crecer tus bíceps, gozar de músculos tonificados, ser el hombre más fuerte del mundo o terminar el entrenamiento más rápido –¡cáspita! ¿No se suponía que de lo que se trataba era de luchar contra el sedentarismo, es decir, estar menos tiempo quieto?
Es una idea basada en la cantidad. Cuando alcanzas tus objetivos, para que la práctica continúe siendo estimulante mental y corporalmente, solo tienes una opción: modificar los objetivos, los números, los discos, los kilómetros, las repeticiones, los cronos…, ya sea en forma de volumen, de carga o de intensidad.
Dadas las limitaciones de progresión respecto a los números que tiene el cuerpo, este es un planteamiento finito y, por tanto, poco sostenible.
Al contrario, cuando te mueves te centras básicamente en APRENDER a moverte y, redundantemente, te mueves. Escoges una disciplina o una habilidad relacionada con el movimiento, la que quieras, desde la gimnasia, el yoga, el circo, el Método Natural, el baile, la halterofilia o el taichi hasta cualquier deporte, como la carrera, el tenis o el waterpolo. Y la estudias, la investigas, la desmenuzas, la masticas, la digieres, la desarrollas, SOBRE TODO la practicas y profundizas hasta donde te apetezca, por supuesto, sin caer en la trampa de la especialización –dejarías de moverte.
Es una idea basada en la complejidad y la diversidad. Cuando aprendes algo, lo registras en tu catálogo de movimiento y a otra cosa mariposa, o más difícil o diferente, imponiendo cierta mediocridad con toda la intención del mundo, para guardar cierto margen respecto a los límites físicos que requeriría seguir avanzando en la necesidad de cantidad –de fuerza, de resistencia, de movilidad, etc.– que implica el progreso en la complejidad. En vez de tratar ser muy bueno en algo, intentas explorar el abanico de movimientos más amplio posible y tener el nivel que sea, una simple consecuencia de acuerdo al tiempo que llevas practicando.
Dada la riqueza cultural del movimiento de nuestra especie, la humanidad, este es un planteamiento infinito y, por tanto, más que sostenible.
A veces la gente, muy acostumbrada a «tener la razón», «soy de esto o de lo otro» y pensar en blanco y negro, tiende a creer que esto es una cuestión de bandos.
Pues no.
Primero, moverse también requiere de entrenamiento, de hacer ejercicio, de usar los números y buscar la cantidad, aunque con un límite bien definido, siempre priorizando la complejidad y diversidad de movimiento.
Y segundo, a pesar de que muchos insistirán en que moverse es mejor que hacer ejercicio, en realidad no lo es. Solo es algo diferente. Una opción más.
El problema es que la mayoría desconoce que hay otra opción aparte de la cultura de la cantidad y, curiosamente, cuando se descubre y se experimenta resulta más atractiva, coherente, rica.
(Podemos utilizar como ejemplo la pistol o sentadilla a una pierna. Una vez aprendes el movimiento y eres capaz de hacer unas pocas repeticiones, digamos que cuatro o cinco, tienes dos opciones: o seguir machacándote a pistols hasta hacer cien o vete a saber cuántas –y que tu cuerpo o tu cabeza digan basta–, o aprender a hacerla más difícil, compleja, añadiendo un componente rotacional, como la pistol con la pierna por detrás. Cada uno que valore qué tipo de enfoque le ofrece más posibilidades y riqueza de movimiento, y sostenibilidad tanto física como mental en la práctica.)
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