Es médico y se llama M. ¡Vaya! M de M, de médico, de movimiento, de mediocre…
Y no baila al ritmo de reguetón o disco o hip hop, que también podría ser, sino que busca «alguna lista de reproducción de Spotify de danza contemporánea o algo así» y se pone a «bailar como me da la gana, a mi rollo» –entrecomilladas sus palabras literales.
Y no ha estudiado nada de danza, ni conmigo ni con nadie. Solo ha explorado patrones o, sencillamente, se ha movido.
Cuando una alumna me dice algo así me emociono. En serio, mucho, me emociono mucho.
«Me tiro por el suelo y me arrastro, o salto, o me sale una locomoción. Me dejo llevar y me salen cosas de las que hemos practicado así, sin pensarlo, espontáneamente. Y me siento no sé… como liberada».
La magia de la aceptación del movimiento mediocre empieza a aparecer.
«Y ¿sabes? Hasta me doy cuenta de que todo lo que hemos trabajado más programado, estructurado, de fuerza y movilidad me permite moverme con más libertad y amplitud. De hecho, creo que si no hubiera entrenado antes, o no podría hacer lo que hago o directamente me rompería al intentarlo».
Todo cobra sentido. Series y repeticiones y espontaneidad e improvisación se complementan.
«Y luego estoy de puta madre».
¡Ah! ¡¡Esto es lo mejor!! ¿Cómo no voy a emocionarme?
Gracias M por este regalito.
SUSCRÍBETE GRATIS Y ÚNETE A NUESTRA COMUNIDAD
(Esto no es baile, o sí, no sé, pero también sirve como ejemplo. Solo experimentación de impulsos rápidos y simétricos, sin orden ni intención. Media hora así y estás casi muerto, y más vivo que nunca. El movimiento sigue dándome sorpresas.)