Después de creer saber sin experimentar, el segundo error de bulto, en el mejor de los casos, es contar con un cuerpo que aparenta moverse, pero que no se mueve.
El movimiento abarca muchísimas cualidades, todas importantes, todas interdependientes.
Pero nosotros, con tal de aparentar, lo hemos reducido prácticamente todo a dos capacidades: fuerza y resistencia.
Diría más, apariencia de fuerza y resistencia –lo comprenderás cuando termines el TEST.
¿Dónde quedan todas las demás?
Por ejemplo la coordinación, el ritmo, la conciencia corporal, el equilibrio, la gestión de lo incierto, la propiocepción, la flexibilidad, la movilidad –sí, las dos últimas son cosas distintas.
¿Suelen estar incluidas en tus rutinas de entrenamiento?
¿Y qué sentido tiene tu entrenamiento, deporte, actividad física?
Haces flexiones de brazos, pero no flexiones de cuello, de tobillo o de cejas.
¿Te has planteado por qué? ¿Y para qué?
Eres disciplinado y haces Crossfit, pesas, verticales, Zumba o yoga, o sales a correr una hora tres días a la semana, y el resto del tiempo lo pasas sentado en una silla, un coche y un sofá.
¿Es coherente? ¿Crees que es suficiente? ¿Hacia dónde se inclinará la balanza?
¿Qué sentido, causa y propósito tiene lo que estás haciendo, tu forma de moverte?
¿Obedeces la moda de turno?
¿»Luchas» para motivarte y moverte?
¿Intentas demostrarle algo a alguien, o incluso a ti mismo?
Además, en cualquier caso, incluso contar con un buen nivel de todas las cualidades físicas que pudiéramos nombrar no implica saber moverse.
Puedes «estar» muy fuerte, o «ser» muy flexible, o «tener» mucha resistencia, o «ser un crack» en no sé qué… y no SABER moverte.
Porque, de nuevo, fruto del exceso de racionalismo, y como para tantas otras cosas, hemos confundido la suma de las partes con el todo.
Moverse no es una suma de cualidades o capacidades.
Moverse es moverse.
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