El tiempo lo pone todo en su sitio, dicen.
¿Apuestas por la excelencia en algo?
Está bien y tienes todo el derecho. No eres peor persona por hacerlo. Esto no tiene nada que ver con la moral.
Lo que ocurre es que cuando te centras en ser mejor, excelente solo en una dirección, al mismo tiempo te pierdes un buen puñado de direcciones alternativas y, consecuentemente, empeoras en ellas.
Especificidad pura y dura. Mejoras en lo que haces y empeoras en lo que no haces.
Esto puede acarrear tres problemas:
· Desequilibrio corporal: el cuerpo humano puede moverse en multitud de formas diferentes y probablemente su integridad y bienestar residen en lo balanceadas que estén sus capacidades, competencias, habilidades.
· Lesiones acumulativas: la gran mayoría de lesiones que solemos padecer están relacionadas con el sobreuso, la sobrepráctica reiterativa en un único sentido del movimiento, por muy «bien» que lo hagas.
· Apego: que algo se te dé bien gusta, y más cuando en parte basas lo que haces en la admiración que te muestran los demás, aunque sea inconscientemente. Lo que gusta engancha. Y cuanto más enganchado estás, más difícil es ver lo que está ocurriendo realmente de la forma más objetiva posible, incluidos el desequilibrio corporal y las lesiones acumulativas.
Puede llegar el punto en que buscar la excelencia, que por otro lado jamás llegará, te lleve a un callejón sin salida, físico y mental.
¿Serás capaz de parar?
¿Podrás renunciar a ser bueno en algo?
¿Y si el cuerpo toma las riendas y te para en seco porque no puede más?
¿Cómo te sentirás?
Y, lo más importante, ¿qué harás entonces?
¿Te moverás?
(Ya me dirás cómo, porque si solo te movías en una dirección, en la que has tenido que frenar, o bien pararás del todo o bien tendrás que moverte en las formas que tenías abandonadas y, cómo no, enfrentarte a tu mediocridad).
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