Cada vez me encuentro con más personas que o no pueden apoyar sus manos en el suelo, quejándose de dolor de muñecas de inmediato, o son incapaces de soportar su propio peso al colgarse, ya sea por falta de fuerza o por hipersensibilidad y consecuentes molestias.
O sea, estamos hablando de cosas muy muy muy básicas, nada de trucos chachipirulis.
Luego nos extraña que sean tan habituales los típicos «túneles carpianos», «tendiloquesea» de todos los tipos, artrosis prematuras, problemas de circulación, dolores varios, etc.
Evidentemente, a nivel individual uno puede intentar averiguar con cierta precisión qué está pasando. Siempre hay matices subjetivos.
Pero en general, las manos modernas están pagando el precio de ese salto demasiado brusco, demasiado rápido que hemos dado, pasando de unas manos, muñecas, antebrazos fuertes, flexibles y robustos al mismo tiempo, resilientes, curtidos por el trabajo manual diverso, vigoroso y complejo, a unas manos dígito-especializadas, limitadas, expuestas a un estímulo muy pobre, y en consecuencia débiles, blandas, poco versátiles, frías, hipersensibles.
Y, sin caer en reduccionismos simplones, casi toda esta película podría resumirse en dos discordancias, en dos carencias, en dos hechos.
Vimos algo parecido al comprobar que las carencias de fuerza y movilidad de nuestras piernas pueden explicarse en gran medida por el uso desmesurado de asientos y haber dejado de agacharnos de diferentes maneras muy a menudo.
La sentadilla y otras posiciones derivadas de descanso de nuestros antepasados cubrían de sobras el estímulo necesario para mantener cierta movilidad natural de tobillos, rodillas, caderas y espalda baja.
Igual que cuando concluimos con que la falta de flexibilidad y dolores de espalda y hombros son el resultado de haber dejado de colgarnos y realizar movimientos que impliquen llevar los brazos por encima de la cabeza.
Las suspensiones y trepas y los gestos de alcance alto, habituales en lo cotidiano, nutrían a nuestros hombros y espalda alta de fuerza, movilidad y resistencia en esas posiciones y patrones.
Pues a nuestras manos, de forma más local, les está pasando lo mismo.
Se quejan, duelen, degeneran, desarrollan patologías, se lesionan, se molestan, se debilitan… básicamente porque les faltan, echan de menos dos gestos, dos acciones que durante muchísimo tiempo fueron un estímulo, una exigencia a la que sobreponerse y adaptarse con mucha frecuencia, a diario:
· Apoyarlas en el suelo, forzando a nuestros dedos y manos a abrirse, mientras la muñeca soporta parte del peso corporal en extensión.
· Coger, cargar, sujetar objetos pesados, o el propio peso corporal, obligando a nuestras manos a esforzarse en la acción de cerrar el puño con intensidad, con fuerza.
Estas dos acciones cubren sobradamente las necesidades de estímulo, los nutrientes de movimiento que necesitas para tener unas manos, muñecas y antebrazos fuertes, móviles, resistentes, antifrágiles, y gozar de la salud y bienestar resultantes de respetar cierta coherencia evolutiva, en esta ocasión a nivel local.
Cómo resolver el problema
Cuando uno es consciente y comprende el problema, solucionarlo solo requiere de una acción: compensar los desequilibrios de la vida moderna y hacerla un poco más «salvaje» –como diría mi camarada Marcos de Fitness Revolucionario.
Las opciones son diversas, desde lo más natural a lo más cultural, así que no hay excusas:
1. Realiza algún tipo de actividad física que integre y simule «naturalmente» estos dos gestos, apoyar las manos en el suelo y soportar el propio peso corporal. El Método Natural de Hébert y su secuela, el Parkour, son ideales. Cualquier otro sucedáneo que incluya como pre o sufijo palabrejas como «paleo» o «natural» también sirven, así como la escalada y participar en pistas americanas o carreras de obstáculos.
2. Practica disciplinas que impliquen, por un lado, apoyar las manos en el suelo, como la calistenia, diferentes danzas, yoga, Pilates, gimnasia, etc., y, por otro lado, soportar tu propio peso suspendido o agarrar cosas con fuerza, como el Crossfit, la halterofilia, o, de nuevo, el entrenamiento calisténico o la gimnasia. Otra muy buena práctica cultural que cubre las dos necesidades es cualquier cosa que tenga que ver con el circo, por cierto.
¿Y si el problema es un problema problema?
Es decir, si tus manos ya están pagando un precio elevado y todavía no te ves capaz de adentrarte en esas opciones o, aunque estés en ello, quieres hacer las cosas con cabeza porque a veces sufres molestias o lesiones.
No desesperes. Hay solución para (casi) todo.
De hecho, este es un problema que el propio Hébert tuvo que resolver cuando propuso su Método Natural, ya hace más de cien años.
Aparte de las familias más utilitarias, globales, naturales (gatear, trepar, cargar, lanzar, etc.), él mismo se dio cuenta de que algunas personas requerían de un proceso previo de «recuperación», pre-habilitación, una práctica que denominó ejercicios educativos elementales.
Eso es justo lo que necesitan tus manos, educarse en lo más elemental –el momento en que estiramientos y ejercicios de fuerza analíticos cobran sentido.
La movilidad y la fuerza de manos y muñecas en estos dos sentidos puede restaurarse, si se sigue el proceso adecuado.
En un par de días vamos a iniciar un nuevo proyecto de movimiento dedicado a la capacidad de apoyar las manos en el suelo con fuerza y solidez, y cuando acabemos también haremos alguna cosita para solventar la otra discordancia, la fuerza de agarre.
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En breve nos ponemos manos a la obra, nunca mejor dicho.
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