Esta entrada del blog forma parte de una serie de lecciones sobre calistenia que desarrollamos junto con los lectores hace un tiempo.
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(De hecho, si no has completado las lecciones anteriores probablemente no entenderás lo que veremos hoy)
¡La vida no es lineal!
Sí, el guepardo corriendo detrás de una pelusa que arrastra un humano en línea recta es preciosa y demuestra que instintivamente buscamos esa linealidad.
Pero por mucha linealidad que persigamos, al final la propia naturaleza de las cosas impone un movimiento no lineal.
Después de comprender el porqué de la “existencia” de la técnica y el para qué conocerla y perseguirla sí o sí, aparte de ver los dos ejemplos maravillosos del guepardo, uno moviéndose linealmente y otro orgánicamente, pasemos a hablar sobre los mitos de la técnica.
Y bueno, más que mitos, es uno, en singular, el mito de “tener que” tener una técnica perfecta antes de realizar cualquier ejercicio y durante la ejecución de cualquier ejercicio.
A ver, por un lado, ya vimos que, en realidad, el movimiento lineal y la técnica perfecta son una ilusión, algo irreal que en términos absolutos solo ocurre sobre el papel. En la “vida real” siempre hay algún matiz a mejorar, algo que podría hacer más seguro y eficiente un movimiento.
Ni el mejor atleta o profesional consigue realizar el mismo gesto técnico de forma idéntica o dibujar las mismas trayectorias milimétricamente iguales en cada repetición, cada vez que lo hace, ni tan solo el que se dedica a disciplinas de precisión como la halterofilia, el golf o el equilibrio sobre las manos. Nunca.
De hecho, y me remito otra vez a los vídeos del guepardo, la propia naturaleza de las cosas busca esa perfección, más que nada por cuestiones de eficiencia energética.
Al mismo tiempo, nunca lo consigue. Jamás. Es imposible.
Y ahora viene lo mejor de la cuestión.
Porque precisamente esa no linealidad incrustada inevitablemente hasta en lo más lineal, esas impurezas, esas imperfecciones y la capacidad que tenga la persona, animal o cosa para adaptarse a ellas y soportar la carga de la inestabilidad e ineficiencia es la que determina realmente su resiliencia, su antifragilidad, su adaptación y evolución físicas.
En definitiva, la perfección técnica a nivel práctico, fuera de las academias y los laboratorios, no existe.
Y no pasa nada porque, afortunadamente, nuestros cuerpos son lo suficientemente inteligentes para hacer frente a las imperfecciones del movimiento, de la vida. Si no, todos estaríamos en una silla de ruedas, literalmente.
Un peso que nos quitamos de encima.
Que lo (im)perfecto no sea enemigo de lo bueno
¡Pero cuidado!
¿Eso quiere decir que no debamos perseguirla?
Hombre, tanto como la perfección, pues tal vez como personas medias no hace falta.
Ahora bien, que no vayamos a tener nunca o a poder ejecutar un ejercicio con una técnica perfecta no quiere decir que dejemos de ser conscientes de que cuanto más repitamos un gesto con una técnica pobre, que al final se resume en el calificativo ineficiente, más riesgos estaremos corriendo y menos provecho le estaremos sacando a dicho ejercicio.
Por tanto, ¿perfeccionismo técnico? No, gracias.
¿Conciencia e intención técnica? Sí. Rotundo. Por favor.
Así, si “sabemos” que una técnica eficiente para…
· Remos corporales o dominadas implica una depresión y retracción escapular, no hace falta que esa depresión y retracción escapular sean máximas o perfectas en cada repetición, pero sí que seas CONSCIENTE de activarte hacia ellas, que tengas esa INTENCIÓN TÉCNICA.
· Flexiones y fondos implica una depresión y protracción escapular, no hace falta que esa depresión y protracción escapular sean máximas o perfectas en cada repetición, pero sí que seas CONSCIENTE de activarte hacia ellas, que tengas esa INTENCIÓN TÉCNICA.
· Sentadillas implica una rotación externa de cadera, no hace falta que esa rotación externa de cadera sea máxima o perfecta en cada repetición, pero sí que seas CONSCIENTE de activarte hacia ella, que tengas esa INTENCIÓN TÉCNICA.
Es decir, la técnica no es más que una consecuencia de dos principios: CONCIENCIA E INTENCIÓN.
Céntrate en esos dos principios.
¿Sospechas que no acabas de entender cómo realizar un ejercicio y/o no acabas de percibir bien, de darte cuenta de cómo te estás moviendo?
¿Te has saltado pasos o te falta ganar solidez en algún aspecto o capacidad para mantener la intención técnica específica que requiere un ejercicio en particular?
Entonces, my friend, estás corriendo demasiado.
Trabaja en eso primero.
¿Los entiendes y los dominas mínimamente para el gesto que vas a repetir y repetir y repetir en tus entrenamientos?
Adelante. Aún siendo imperfecto, lo más probable es que no te pase nada (al menos grave).
Nota: la falta de conciencia o capacidad de mantener intencionadamente una técnica X no son los únicos factores que pueden hacer que tu técnica “falle”. El manejo de frecuencia, volumen y otras variables que afecten a tu recuperación también afectan, de rebote, a tu estado de conciencia y, cómo no, a la intención técnica.
Resumiendo:
· Que lo perfecto no sea enemigo de lo bueno.
· Que lo imperfecto no sea enemigo de lo bueno.
Haz las cosas bien.
No hay «deberes» para hoy, porque es muy probable que tu cabeza esté a punto de estallar.
No pasa nada. Mucha teoría, y encima un poco distinta al mensaje convencional.
Date tiempo para asimilarla.
Incluso puede ser que no estés del todo de acuerdo.
Me parece estupendo.
El objetivo de este proceso no es que me creas a ciegas.
Es que pienses, que utilices la cabeza cuando entrenes.
Y pensar a veces consiste en abrir un poco la mente y escuchar versiones un tanto diferentes.
Si es el caso, dame y date un poco de tiempo. Lo más probable es que cuando empecemos las lecciones prácticas se entienda todo mucho mejor.
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