Nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución
Antes de que dejáramos de adaptarnos a nuestro entorno y lo adaptáramos a nuestros culos cuerpos, inventando mesas y sillas para llevar una vida más “cómoda” –comodidad que, como veremos, en realidad nos la complica–, nuestros antepasados pasaban muchísimo tiempo en sentadilla y otras posiciones derivadas de descanso bajo a diario, ya fuera para descansar como para buscar y recolectar alimentos del suelo, tallar herramientas, comer, jugar, conversar, etc.
–Aquí puedes ver a los Hadza, que conservan un estilo de vida muy semejante al de nuestros ancestros (sobre todo quédate con el segundo 0:36)–
Como ocurre para todas nuestras posibilidades de movimiento, la evolución se asoma como explicación lógica y directa a ciertas capacidades motrices innatas.
¿Alguna vez te has planteado por qué nuestras rodillas y caderas tienen la capacidad de flexionarse tanto como para que los muslos toquen el pecho o los talones el trasero?
Efectivamente, porque es un gesto que hemos repetido durante millones de años –esto viene de mucho más atrás que el género Homo.
¿Y cuándo hemos repetido esos gestos y posturas? ¿En qué momentos o escenarios hemos alcanzado esos rangos de movimiento tan amplios con tanta frecuencia como para haber ocasionado tal calado evolutivo y hayamos heredado esas posibilidades?
Porque al caminar, o incluso al correr, aunque el talón sí puede llegar muy arriba, sobre todo cuando se hace a gran velocidad, las piernas no abarcan un rango de movimiento tan amplio.
En cambio, cuando estamos cerca del suelo, estáticos o caminando, gateando o arrastrándonos de mil formas distintas, rodillas y caderas, acompañadas de espalda baja, tobillos y pies, alcanzan sus límites fisiológicos de flexión, se mueven en su máximo rango de movimiento no solo a nivel de “compresión global”, sino también rotacional (sobre todo las caderas).
Ninguna otra acción cotidiana natural (antes no entrenábamos ni hacíamos yoga) implicaba tales rangos de movimiento de cintura hacia abajo –con la excepción de trepar, que también los requiere.
Si hemos heredado la morfología y posibilidades de movimiento que tenemos de cintura hacia abajo es porque evolutivamente hablando hemos explorado esas posibilidades con muchísima frecuencia al movernos o incluso estar quietos cerca del suelo.
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ÚSALO O PIÉRDELO
El ser humano, aunque a veces se crea divino, no se escapa del principio de especificidad que rige la vida de cualquier organismo, incluso una sola célula: se adapta específicamente a las demandas impuestas.
Dicho de otra forma y hablando de movernos cerca del suelo, una capacidad que tienes de base –como herencia evolutiva– la mantienes si le das de comer, por así decirlo.
En consecuencia, al contrario, si no exploras una postura o un movimiento natural, con el tiempo pierdes esa capacidad.
¿Adivinas los resultados a nivel de movilidad de espalda, caderas, rodillas, etc., de esa manía moderna que tenemos de sentarnos siempre en sillas y sillones?
No dejamos de poder sentarnos en el suelo porque nos hacemos viejos; nos hacemos viejos porque dejamos de sentarnos en el suelo.
No dejamos de poder acceder a ciertos rangos de movimiento naturales porque nos hacemos viejos; nos hacemos viejos porque dejamos de acceder a ciertos rangos de movimiento naturales.
No dejamos de jugar porque nos hacemos viejos; nos hacemos viejos porque dejamos de jugar.

4 BENEFICIOS DE SENTARTE EN EL SUELO
El primero, como puedes sospechar, tiene que ver con la movilidad.
No se trata de ser binario o absolutista, ni tampoco reduccionista, y negar las cosas buenas que nos reportan un montón de disciplinas y propuestas de actividad física que estimulan nuestra movilidad. Yo soy el primero que las practica a diario.
Pero, en el fondo, nos hemos complicado la vida.
Estimular y conservar nuestra movilidad natural de cintura hacia abajo es mucho más fácil.
Solo basta con respetar esa herencia, con deshacer la discordancia evolutiva en la que hemos caído en este sentido –y más que probablemente en otros.
De hecho, en el polo del movimiento moderno, cultural, ¿quiénes son las personas que gozan de mejor movilidad baja? Las que practican alguna disciplina o deporte que implica moverse muy cerca del suelo (danza, yoga, gimnasia, artes marciales, etc.).
En fin, el primero y el más importante de los beneficios que va a darte desde el minuto uno volver a sentarte en el suelo más a menudo, muy a menudo, es mantener o incluso recuperar tu movilidad natural de espalda baja y piernas.
¡Pero todavía hay más!
La movilidad es lo que vemos desde fuera, porque se hace evidente en nuestras posturas.
Sin embargo, sentarse en el suelo te regala otros tres beneficios que no se ven, “por dentro”.
El segundo de la lista tiene que ver con la circulación sanguínea y linfática.
Pasar tiempo en posiciones que llamaremos “de compresión”, restrictivas a nivel circulatorio, obliga a nuestros sistemas a “buscarse la vida”, ser más eficientes en sus funciones tanto de abastecimiento como de evacuación.

Por ejemplo, ¿se te duermen las piernas al estar un tiempo relativamente prudencial en sentadilla o en seiza, en “plan japonés”?
¿Puede que hasta levantes 150kg en sentadilla, pero a la hora de la verdad no soportas estar agachado o sentado sobre tus piernas unos pocos minutos?
No se trata de tu fuerza o resistencia.
Es tu circulación.
(Te recuerdo que en algunas culturas las personas pasan 20, 30, 40 minutos en estas posiciones restrictivas. No van al gimnasio ni leen la Men’s Health. Y ni se inmutan)
El tercer beneficio es digestivo.
La mayoría de las posiciones de descanso bajo, especialmente la sentadilla, implican una distensión y posición del abdomen, el centro corporal, la espalda baja y la pelvis que favorecen tu digestión y excreción.
Sí, el fit-mantra de “recoge el abdomen o muere” tiene sus pros, pero también sus contras. De nuevo, nada de simplismos binarios. Tu abdomen debe ser capaz y necesita transitar entre los dos estados para que todo funcione correctamente. Si te pasas todo el día sentado también vas a tener problemas de vientre.
Comprimirlo y relajarlo va a ayudarte mucho a digerir bien tus comidas y, sobre todo, a quedarte a gusto en el baño.
Por último, en cuarto lugar, la compresión a la que se ve sometida la cintura durante las posiciones de descanso bajo limita relativamente el recorrido del diafragma, que no puede “bajar” con tanta comodidad como cuando estamos estirados o de pie y así crear espacio para llenar los pulmones, una restricción que en realidad le estimula (parecido a lo que ocurre con nuestro sistema circulatorio).
¿Te cuesta un poco respirar con normalidad cuando te colocas en sentadilla o posiciones derivadas? Si eres principiante, es habitual… y normal… ¡y bueno! Dale tiempo al cuerpo a que se adapte.
LAS DIFICULTADES TE HACEN MÁS FUERTE
Es la ley de la vida.
Adoptar posiciones que implican rangos articulares extremos es lo que hace que puedas acceder a esos rangos y conserves esa capacidad.
Sentarte en el suelo, aunque sea incómodo, es beneficioso. De hecho, es esa incomodidad la que lo hace estimulante y bueno para ti.
Intégralo en lo cotidiano. Menos tiempo que tendrás que pasar en el gimnasio, o tiempo que podrás dedicar a otras cosas.
Si respetas tu naturaleza, la naturaleza te respetará a ti.
Ahora que ya eres consciente y comprendes que sentarte en el suelo o cerca de él «ser bueno», tocará pasar a la acción. La semana que viene publicaré la segunda parte de esta entrada, mucho más práctica.
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