A ver, cuidado, que voy a hacerte un poco de spoiler de una peli de Netflix, aunque tal como te lo voy a contar no afectará en absoluto a lo que pueda sorprenderte.
Se trata de algo que te puede estar pasando de forma parecida, sin darte cuenta, o sin saber qué hacer.
Una tortura.
La película es La vieja guardia, protagonizada por Charlize Theron.
Va de las aventuras de un grupo de inmortales que, ya que nadie les puede matar y tienen todo el tiempo del mundo, pues se dedican a salvarlo.
A mí la peli ni fu ni fa. Está bien, un ratito de acción para pasar una perezosa tarde de domingo sin sobrecalentarte la sesera.
Ahora, hay un detalle que me ha encantado, y que tiene que ver con esto de moverse, claro.
La idea más ocurrente que he conocido para torturar a un inmortal.
Un momento Eureka de esos que dices: «¡Hostia! ¿Cómo no se me había ocurrido antes?».
No me digas que nunca te habías planteado cómo torturar a un inmortal.
El caso es que parece que a los mortales siempre nos ha dado un poco de yuyu (yo creo que es envidia) que haya inmortales, y nos los hemos querido cargar desde hace siglos.
En épocas de La Santa Inquisición, cuando los inmortales eran considerados demonios, los inquisidores lo intentaron todo.
Clavarles una estaca en el corazón como a los vampiros, quemarlos vivos como a las brujas, ponerles a Maluma las 24 horas del día.
Bueno, esto último es una muerte segura, sí, pero algo más reciente.
En fin, que nada. No había manera. Morían y resucitaban al instante.
Y de ahí salen los mejores 2 minutos de la peli, la tortura más terrible para un inmortal.
Ya que no te puedes cargar al inmortal, pues tortúrale de por vida.
¿Cómo? Fácil.
Encadenado, lo metes es un sarcófago de hierro, lo cierras a cal y canto, y lo lanzas al fondo del mar.
¡Ah! ¡¡Fantástico!!
El inmortal, ahí encerrado, pasará la eternidad en lo más profundo del océano, solo, sin poder hacer nada para cambiar su destino.
Restará vivo un par de minutos, empezará a ahogarse, tratará de sobrevivir impulsivamente, convulsiones incluidas, hasta morir ahogado.
Luego revivirá, abrirá los ojos y verá que sigue ahí, atrapado, sabiendo que volverá a morir en un par de minutos.
Y después volverá a luchar compulsivamente por no ahogarse, a morir y a revivir otra vez.
Y así por los siglos de los siglos.
Me parece una idea de genio, brutal.
Y me recuerda a eso de entrenar y hacer ejercicio y deporte y tal, aun cuando sientes que algo no encaja.
Pero tú sigues insistiendo y luchando, como un gladiador, en plan peliculero, tirando de épica, porque es lo que hay.
Te vas preparando y acondicionándote y repitiendo y repitiendo ejercicios para estar más fuerte, ser más móvil, mejorar tus cualidades.
Es lo que siempre te han dicho que “tienes que hacer”, aunque tú no le acabas de encontrar el sentido, para qué tanta preparación y tanto entrenamiento.
Pero tú lo haces.
Y te esfuerzas por cumplir con tu planificación, marcarte objetivos, ir al gym cinco días a la semana, no fallar con tu entrenamiento.
De hecho, a veces “fallas”, porque es como inevitable.
En tu cumple, en vacaciones, los días de Champions, en Navidad, en la reunión de padres y madres del cole.
Y te sientes mal, culpable. Y te fustigas y te frustras.
Y sacas fuerza de donde sea, y te re-motivas, y vuelves a empezar el lunes.
Todo eso aunque no le encuentres sentido.
La historia se repite, una y otra vez.
Aunque no le encuentres sentido.
El entrenamiento, la preparación, el acondicionamiento. No sabes bien bien para qué entrenas, pero entrenas.
Y los altibajos, los imprevistos, las faltas.
Y los sacrificios.
Y el movimiento nunca llega.
Y no le encuentras sentido.
Porque el movimiento nunca llega.
Menuda tortura para el cuerpo –y para la mente.
Bueno, lo de entrenar y prepararte eternamente puede estar bien –si tiene un sentido.
Moverse.
Moverse es el sentido.
Si quieres darle sentido a tu entrenamiento físico, un sentido de movimiento, entrenar y moverte con sentido…
…puedo enseñarte una manera.
Es esta: Locomociones.
Rober
PD: ten cuidado, porque tú eres mortal. El tiempo pasa. Mira el enlace.