El ejercicio más difícil

Hace unos días estaba hablando con un amigo sobre los últimos años de entrenamiento y práctica de movimiento.

Desde que salí de la jaula del fitness ya ha llovido bastante y ha habido de todo.

Movilidad al estilo de la vieja escuela (gimnasia) o más vieja todavía (artes marciales), Método Natural y Parkour, verticales y malabares, calistenia y anillas, danza, capoeira, refrescos taekwondocas, levantar hierro, respiración, fuerza orgánica, juegos infinitos, elasticidad (que no es movilidad), acrobacias…

Y surgió una pregunta interesante:

Entre todo eso, ¿cuál es concretamente el ejercicio más chungo a ejecutar, el más difícil a realizar?

Al principio, como no me gustan las preguntas que esperan una respuesta absoluta, fui prudente.

Aunque para mi propia sorpresa, después de pensar y hablar un buen rato, di en el clavo.

Sin ninguna duda, determiné “el ejercicio más difícil”.

El más difícil para todo el mundo.

La cosa fue así…

De primeras, yo, por aquel vicio de ser preciso, le respondí:

¡Uy! ¡¡Muchos!!

En cada momento, en cada etapa ha habido “ejercicios difíciles”. Escoger entre todos ellos es… ¿difícil?

Y además, como siempre, no te puedo decir cuál es el “más difícil”. Como mucho sería el más difícil para mí.

Como siempre, el contexto personal lo determina todo.

No es lo mismo empezar a moverte con treinta y pico (como yo) que con veinte o con cincuenta, ni por edad ni por otros condicionantes (experiencia, lesiones, miedos, estado actual, expectativas…).

(Luego me daría cuenta de que sí hay un “ejercicio más difícil para todo el mundo”)

Entonces, así, en general, si me preguntas a mí, la verdad, no te sabría decir.

De todo lo que he trabajado la movilidad, y desde el punto de vista más lineal, rígido, las extensiones de columna y el middle split (abrirse de patas a lo Van Damme) me ha resultado y sigue resultando difícil, lo primero por los años que llevo cerrado de pecho y lo segundo por la morfología de mis caderas.

Pero no. No son esos.

Cuando hice una breve incursión al Parkour, después de aquellos tres o cuatro años estudiando el Método Natural, también hubo momentos y ejercicios difíciles. El gato me costó. Pero el gato rompe… Uff. Se me cruzó. Un día me metí un guantazo de los guapos. Me hice mucho daño. Y, aunque sé que objetivamente no lo es, lo di por imposible para mí.

A pesar de eso, no. No ha sido el gato rompe.

Con la historia de la capoeira y los floreios y el mundo de las locomociones, la verdad, lo más difícil (hasta donde he llegado) no ha sido un “ejercicio” o un paso, sino quitar la mirada del suelo, dejar de tener los ojos clavados en el piso todo el tiempo, y aprender a que sean mis pies y mis manos los que vean qué está pasando, mientras miro al frente. ¡Eso sí que es difícil!

Mmm… Tampoco. No es lo más.

Tal vez tiraría por algo relacionado con la danza o las acrobacias, porque una me da una vergüenza de cojones y las otras me dan un miedo de varios pares de cojones.

Además, mírame, es difícil igualar lo largo y tirillas que soy. Desde luego, de base no es que cuente con las mejores condiciones, ni físicas para practicarlas ni estéticas para lucirlas.

Para mí ya no es un ejercicio, sino todo lo relacionado con eso lo que es “lo más difícil”.

Aunque pensándolo bien, no. Nada de eso.

Mira.

Creo que después de tantas vueltas me he dado cuenta de cuál es el ejercicio más difícil en esto de moverse.

Y no solo el más difícil para mí, sino para todos.

Para todos mis compis de batallas y amigos metidos en lo mismo.

También para todos a los que he enseñado y acompañado en algún momento.

Y por supuesto para todo aquel que pretende e intenta dar un giro de 180 grados a lo del “ejercicio” y empezar a moverse de verdad.

El ejercicio más difícil no es un ejercicio.

Lo más difícil de todo es ejercitar y ejercer la habilidad más importante en todo este juego.

Lo primordial, lo fundamental, algo que la gran mayoría de las personas no saben hacer de no hacerlo (obvio), y que, si quieres moverte, vas a tener que hacer.

Y es muy difícil.

El ejercicio más difícil es todo lo siguiente:

Aceptar tu mediocridad, verte y sentirte torpe, ir perdido, experimentar diariamente cortocircuitos corporales y mentales.

Y exponerte a ello.

Y saber que, si quieres aprender a moverte y pretendes hacerlo con frecuencia y bajo el paraguas de la diversidad y la complejidad, esto te ocurrirá cada día.

Y aun así perseverar.

Ese es el ejercicio más difícil.

Lo más divertido de todo es que puedes pensar que, como es lo más difícil, te va a costar un montón.

¡Pues no!

Porque en cuanto lo saboreas, te das cuenta de que es justo cuando ocurre la magia.

Se abre un nuevo universo.

Las posibilidades son infinitas.

La libertad está a tu alcance.

La motivación se multiplica.

Y eso… Eso lo hace mucho más fácil.

Moverse es mucho más fácil —que hacer ejercicio.

La transición no es fácil, porque rompe con todo y porque vas a tener que aceptar tu “no saber moverte”, por mucho ejercicio que hayas hecho.

Aunque puede hacerse lo más fácil posible.

Si quieres transitar del ejercicio al movimiento, de lo simple a lo complejo, de lo lineal a lo diverso, de lo estructurado a lo improvisado, te lo facilito en el training Locomociones.

Rober

PD: de la obediencia y las órdenes de un programa o un experto a la libertad y la autonomía de hacer lo que debes hacer y lo que te dé la gana (también para mandar a tomar por viento al programa y al experto). En el enlace.