Las manos no mienten.
No. No es una versión de la famosa canción de Shakira.
Si quieres saber si alguien se mueve bien, mírale las manos.
Mírate las manos.
Junto con los pies, las manos son nuestro punto de conexión más importante con el entorno cuando nos movemos.
De hecho, lo han sido durante cientos de miles de años.
Tanto a nivel locomotor, sirviéndonos de soportes al movernos a ras de suelo y sorteando obstáculos, y de anclajes a la hora de trepar, escalar y braquiar, como en su función manipulativa, convirtiéndose en una tecnología de alta precisión, las partes del cuerpo que más nos diferencian a los humanos respecto al resto de animales, incluso si las comparamos con las de nuestros primos-hermanos simios.
En ambos sentidos, lo que más ha estimulado y necesitan las manos (y las muñecas y los antebrazos y los codos), igual que el resto del cuerpo, es diversidad, complejidad y frecuencia de movimiento.
Son justo estos ingredientes los que hacen de las manos unas herramientas de movimiento tan genuinas, versátiles.
La pandemia de sedentarismo global también se ve reflejada en sedentarismo local.
Sedentarismo de manos.
Manos que no hacen nada o casi nada, como mucho teclear o deslizar.
O manos que se especializan y hacen mucho de algo, y casi nada del resto, un problema relacionado generalmente con asuntos laborales.
Problemas a la vista, seguro.
Las manos no van a funcionar bien así. Y tras ellas el cuerpo tampoco.
¿Qué hacer?
Para alguien domesticado que quiere salir de la jaula no hace falta complicarse la vida.
Como transmisores del movimiento de los brazos, las manos se ven envueltas primordialmente en dos acciones, empujar y traccionar, para las que desempeñan sus dos funciones naturales básicas: apoyarse y agarrar.
Fíjate bien en lo que pasa cuando te sirven de apoyo.
Se abren, se expanden, se estiran, se amplían, desde la punta de los dedos hasta la muñeca, soportando una parte o incluso todo tu peso corporal.
Y fíjate bien en lo que pasa cuando sujetas y agarras cosas.
Se flexionan, se comprimen, se cierran, se exprimen, sobre todo cuando lo que agarras es algo pesado.
Entonces, lo que necesitas como primeros pasos es justo eso, asegurarte de que todos los días de alguna forma te apoyas sobre las manos y agarras cosas (o te agarras de cosas).
Luego, con el tiempo, cuando ya lo haces de forma muy básica y con naturalidad, puedes incluir sofisticaciones.
¿Cómo?
Embarcándote en aventuras que alimenten “lo de siempre”, repito: la frecuencia, la diversidad y la complejidad de las tareas de movimiento en las que se vean envueltas.
Exponte al máximo de escenarios posibles alrededor de esas direcciones de movimiento.
Y ya tienes la receta para unas manos (y un cuerpo) que se muevan bien.
Para lo de empujar y traccionar, lo de apoyarte y agarrar, no hay nada más “simple” y a la vez con más impacto como entrenar tu fuerza de brazos con ejercicios de autocarga, con tu propio peso corporal.
Hasta te puedes olvidar de las manos. Su función está implícita en la propia tarea de movimiento que estás llevando a cabo.
Si quieres, te enseño para que sepas hacerlo tú solo después, para toda la vida.
Mira esto: Calistenia Minimalista.
Rober
PD: dos entrenamientos a la semana para ganar fuerza, y solo uno para mantenerla. Y unas manos de lujo. De por vida. En el enlace.