Lo peor en la vida no es cuando esta te hace pasar algo exigente, intenso, duro, farragoso, ni tan solo doloroso.
De todas esas cosas que no son agradables y, por cierto, de las que nadie se libra, al menos se pueden extraer aprendizajes, a veces incluso motivación, según cómo te las tomes.
Lo peor de todo es cuando esas cosas pasan, tú te lo has currado o como mínimo lo has “sufrido”, y llega la recompensa, o los momentos más divertidos…
…y por h o por b no puedes disfrutar de ellos.
Y “más peor” cuando tú sabes con antelación que están ahí, que esos momentos van a llegar.
Y son otros lo que no te dejan disfrutar, divertirte, y te los fastidian.
Eso no tiene nada que ver con la exigencia, la intensidad, la crudeza de la vida.
Eso te repatea, jo de un huevo.
Un buen ejemplo:
La típica clase de yoga.
Tú cumples desde el principio.
Tu meditación y tus respiraciones iniciales.
Los saludos al sol, los perros, las planchas.
Los guerreros, las torsiones, las aperturas.
Lo que toque que haya considerado oportuno para la clase profe.
Y te lo curras, lo sudas. Sabes que tiene su sentido y te esfuerzas.
Quizás algún día hasta lo sufres, si has tenido la mala suerte de que ese día al profe le ha dado por la parte que menos te gusta.
Aunque bueno, aun así lo valoras, que sabes que por lo general lo que más cuesta también te indica dónde están tus puntos débiles.
En cualquier caso, sabes que está llegando ese momento.
El más chulo. El más divertido.
Esos minutitos en los que, después de haber trabajado tu resistencia, tu fuerza o tu flexibilidad, vas a poner a prueba realmente tu habilidad de moverte.
Al menos de una forma diferente, estimulante, incluso excitante.
Fíjate.
He dicho minutitos.
Porque siempre te pasa lo mismo.
Que después de todo el trabajo duro, el momento más guay se reduce a unos pocos minutos que, en lugar de ser divertidos y desafiantes, se reducen a unas pocas intentonas fallidas, frustrantes, generalmente contra la pared, de tirar cuatro patadas al vuelo para ver si como por arte de magia aciertas alguna y logras mantener el equilibrio a base de fuerza y de que casi te estalle la cabeza.
Pero así no. Así es imposible.
Que además ya nos da la hora. Se acaba la clase. Vamos a darnos prisa que todavía tenemos que estar cinco minutos en Shavasana.
Si no quieres volver a sentirte así y quieres aprender a invertirte de verdad
Y disfrutar y divertirte con las invertidas incluso durante esos pocos minutos a final de clase,
Te interesa este curso en el que no solo aprendes a entrar y mantener el equilibrio,
También a moverte alrededor de ellas.
Invertidas – El arte de moverte bocabajo
Rober
PD: si no haces yoga también te sirve. Y sin pasar por la parte más sufrida, más aburrida o que simplemente no conecta contigo porque “no me gusta el yoga”. En el enlace.