Un pedo ilusionado

El consejo de hoy puede sonar en plan gurú Mr. Wonderful.

Sabes que no me gustan los gurús. Y mucho menos las tazas caras de psicología barata.

Me arriesgo a que digas “uy, a este ya se le están subiendo los humos de unicornio sabelotodo”.

Así que imagínate lo valioso que es.

Es una lástima que para aprender algunas cosas tengamos que pasar por momentos duros, difíciles, incluso dramáticos, de sufrimiento.

Como lesiones, dolores que tienen pinta de ser “crónicos”, ser incapaces de poder hacer tal o cual movimiento.

También épocas emocionalmente oscuras, amargas, desagradables. Que no todo es el “cuerpo” ni suelen ser asuntos independientes.

Yo, como todos, voy aprendiendo a base de golpes. Los dos más recientes:

El año y medio que estuve sin poder correr con mi perra Lula por la playa jugando al pilla pilla,

por perseguir sin cabeza ni sentido trucos chachipirulis de movilidad y lesionarme la rodilla.

O cuando me pasé unas cuantas semanas sin poder mover la mitad izquierda de mi lengua,

y no poder hablar o comer con normalidad, por mi susto cerebral.

Hoy, como cada mañana, estoy en mi despacho escribiendo.

De fondo escucho una voz de angelito, súper dulce, clara y cristalina (se hace mayor…):

—Papa. Papa. Papa.

Abril se acaba de despertar.

Voy a buscarla mientras canturreo “Boooon diiiiiaaaa. Boooon diiiiiaaaa”.

Me asomo a la habitación. Entra un poco de luz desde el comedor.

Está sentada en la cama. Me mira fijamente y con una sonrisa de oreja a oreja.

Se pone de pie de un salto y levantando los brazos bien arriba me suelta:

—¡Papa! ¡¡Me tiao un pedo!! ¡¡¡Un peeeedoooo!!!

—¡Anda! ¿Qué dices? ¡¿Te has tirado un pedo?!

La agarro de sus manitas y nos ponemos a saltar los dos en la cama, como locos, al son de su himno mañanero:

—¡Peeedo! ¡Peeedo! ¡Peeedo! ¡Peeedo!

Recuperar la ilusión de un pedo.

La ilusión por esas “pequeñas” cosas, las más simples, las más “tontas”.

Por poder agacharte en sentadilla con comodidad y pasar un rato por ahí abajo y transitar entre diversas posiciones de descanso.

Por colgarte y balancearte y “hacer el mono” (que en realidad es hacer el humano) un rato.

Por conseguir el hito de tocar el suelo con las rodillas extendidas o levantarte del suelo sin usar las manos.

Y sentirte fresco, suelto, sin dolor, móvil de forma natural, nada “épico”,

gracias a un día a día activo y una práctica diaria, disciplinada, constante, pero que en realidad lleva muy poco tiempo.

Alimentar la ilusión por esas cosas la mar de naturales.

Todos los días.

Ese es mi consejo.

Si quieres que te acompañe, te guíe y te enseñe las infinitas posibilidades de los movimientos humanos más simples

y cómo volver a ilusionarte con ellos moviéndote extraordinariamente bien,

es aquí: Movilidad Natural.

Rober

PD: también puede hacerte ilusión ir un poco más allá de lo “simple”. Yo la mantengo y la practico. Pero partiendo de unos cimientos físicos y mentales extraordinariamente sólidos. En el enlace.