La ansiedad es movimiento

Mis primeras crisis de ansiedad, que yo recuerde, las tuve en 3º de BUP, a los 16 o 17 años.

Ojo, que por aquel entonces no tenía ni idea de lo que era un ataque de ansiedad.

He sufrido unos cuantos. No sabes lo que es hasta que lo vives… y hasta que lo compartes.

Yo no compartí los míos hasta años más tarde.

Por suerte (o no), el último que recuerdo fue en abril de 2015.

Y cuidado que no hace falta llegar a esas crisis para pagar el peaje de sufrir ansiedad.

De adolescente, más o menos, empiezas a escuchar con más atención a tu mente, a la voz que no cesa de parlotear.

Y a preguntarte el sentido de las cosas, y buscarlo y encontrarlo de vez en cuando, o incluso a dárselo por iniciativa propia (lo último pasa raramente a esas edades, pero pasa).

A mí me podías catalogar como un chaval “de ciencias”.

Y las clases de biología me resultaban soporíferas.

No les encontraba ningún sentido. ¡Ninguno ninguno!

Ahí tienes el eco de la ansiedad que me causaban, en esa exclamación que acaba de emerger espontáneamente y que no voy a editar.

Y entonces, sin saber por qué, se me aceleraba el corazón y me temblaban las piernas.

Primero ligeramente.

Luego la cosa se hacía más evidente, especialmente lo de las piernas.

El típico tic de impaciencia. Tac tac tac tac tac tac. Los pies como una moto.

La falta de aire. Te ahogas.

Y de fondo la voz:

“¿Pero esto qué es? ¿Qué hago aquí? ¿Para qué toda esta paliza?

No entiendo nada. Esto no tiene sentido.

Solo sé que quiero salir de aquí. He de salir. ¡Quiero irme! ¡¡Quiero irme!!”.

No sé cómo, pero siempre me las ingeniaba para escaparme al lavabo antes de que llegaran los fuegos artificiales, el desmadre.

La mayoría de las ocasiones, una vez fuera, conseguía calmarme a base de mucho esfuerzo, respirando, intuitivamente.

Otras veces no lo conseguía. Los lavabos eran mi refugio para desahogarme en soledad.

Yo no soy psicólogo ni psiquiatra ni médico.

Pero sí he experimentado muchísima ansiedad, he hablado todavía más del tema y afortunadamente tengo amigos en esos ramos que sí entienden de esto.

Y todos coinciden en lo mismo.

El movimiento acostumbra a ser una gran aliado para gestionar la ansiedad.

De hecho, la única “cura”.

Yo añado: Claro. Al fin y al cabo, la ansiedad es movimiento.

Fíjate en los síntomas.

Taquicardia, temblores, aumento de la temperatura y la presión sanguínea, hiperventilación.

Y la voz de quiero irme, quiero salir, necesito hacer algo con esto, necesito moverme.

Todo tu cuerpo, incluso tu mente, se prepara para y te pide lo mismo: movimiento.

No es de extrañar que, entonces, moverse sea ¿efectivo?

No. Lo único efectivo.

Hacer algo. Actuar. Transpirar. Moverte.

A ser posible con un propósito y un sentido que sea coherente contigo mismo.

(Obviamente, estoy hablando tanto en el sentido más literal de la cuestión, el movimiento entendido como actividad física, como en el más simbólico, el tomar parte, responsabilizarte, involucrarte y hacer algo con tu ansiedad. Actuar. Moverte).

Si lo del ejercicio y el deporte y tal no tiene sentido para ti o ha dejado de tenerlo,

para el movimiento literal tengo un curso de movimiento que tiene como principios básicos el propósito, el sentido y la intención.

Este: Locomociones – Desarrolla un cuerpo hábil y muévete con inteligencia

Rober

PD: si sufres ansiedad, solo moverse a mi manera no sirve. Ayuda, sí. Pero lo mejor que puedes hacer es compartirlo con alguien que sepa mejor de qué va y te guíe para encargarte de la azotea. Mi amiga Marina de psicosupervivencia punto com sabe un montón, de sufrirla y sobre todo de hacer algo con ella.

PD2: sobra decir que las clases de biología no eran el origen de mi ansiedad, sino un detonador, la gota que colmaba el vaso. Generalmente no es algo tan simple.

PD3: 12 semanas de movimiento con sentido y 20 pasos pasito a pasito, de todo menos con ansia. En el enlace.