El patrón de los lunes y los viernes

Hay un patrón.

Lo llamo “el patrón de los lunes y los viernes”.

Pasa en mi cafetería -y en muchos sitios y ámbitos más.

También en el movimiento.

Es curioso, esclarecedor… y doloroso. Explica muchas cosas. Vale la pena prestarle atención para no caer en él.

Cada mañana de lo primerito que hago es tomarme un café en una cafetería, la misma cafetería cada día.

Allí echo mis primeras horas de trabajo.

Los lunes suele ser una mañana especialmente tranquila.

Para mí no. Para la cafetería.

Al entrar, suele estar vacía. A menudo permanece así todo el tiempo.

Tampoco hay mucho tráfico de take away.

Los dos baristas de los lunes trabajan cada uno en lo suyo, muy concentrados. De vez en cuando lo “máximo” que preparan es un café solo.

Hay un silencio casi sepulcral. Solo se escucha de fondo el ruido del ventilador del tostadero.

Los viernes, en cambio, son frenéticos.

Cuando llego ya hay varias mesas ocupadas.

Generalmente he de esperar uno o dos turnos para que me sirvan.

Al poco rato de sentarme, la cola de cafés para llevar empieza fuera, en la calle.

Las dos chicas de los viernes, aparte de ir de culo preparando desayunos completos, hablan por los codos.

El bullicio es constante. Los clientes están inquietos, diría que incluso irritados.

La gente de las mesas, millenials que trabajan en las oficinas de alrededor, se desahogan con sus colegas ¿mientras se toman un espresso? No. Se zampan compulsivamente su desayuno completo: un latte XXL, un zumo de naranja y la porción de pastel del día.

Lo de los lunes y los viernes me parece revelador.

Por eso hace ya muchos años instauré un hábito que creo que puede serte muy útil.

Al fin y al cabo, me pasé una década trabajando en gimnasios, y las salas de fitness siguen el mismo patrón, aunque a la inversa.

Los lunes están a petar. No se puede hacer nada. Hay cola para las máquinas de cardio. Casi peleas para hacerse con un par de mancuernas. Incluso overbooking para estirar un poco en las espalderas (algo que me parece hasta milagroso).

Los viernes no hay ni dios. Está todo muy calmado. La sala es casi casi como tu club privado.

El patrón de los lunes y los viernes esconde muchos matices sobre cómo nos comportamos, nuestra manera de movernos (y vivir).

Justo por eso hace tanto tiempo que tomé una decisión.

Puedes hacer lo mismo:

Haz que tus lunes y tus viernes sean idénticos en timing y acciones.

Tanto que no podrías diferenciarlos.

Parece una tontería, pero con eso te aseguras dos cosas.

1. No caes en la complacencia, la falta de compromiso, la “confusión de fin de semana” de los viernes.

2. Esquivas la tendencia de descenso en picado de cada semana, arriba de todo los lunes y en el inframundo los viernes, fruto de una cuesta abajo continua martes, miércoles y jueves. Eres mucho más constante día a día.

El sábado ya llegará el sabbat, que por algo tiene ese nombre.

Y no te despistas, no pierdes tu dirección de movimiento, tu determinación de vida.

Hoy no sé qué día es.

Cualquier que sea, puedes apuntarte aquí:

Locomociones

Rober