Mi madre es un persona rápida.
Tiene un carácter ágil y fuerte, adaptable, digamos.
Yo he heredado su pronto.
Me gusta.
Ella, su rapidez, mi pronto, la adaptabilidad y viceversa.
Y nuestra relación siempre ha sido rápida, pronta, picona.
Creo que viene de mi abuelo, el yayo, su padre.
Somos calcaditos.
No hacía más que enrabietar a mi abuela:
«¡Magdalena! ¡¡Pichoncita!!», le soltaba nada más levantarse por la mañana para pedirle cualquier cosa.
El verano pasado estábamos pasando el día en una calita de L’Escala.
Yo en la playa alterno moverme con no moverme.
No moverme nunca es tomar el sol. Me agobia.
Si me tumbo, siempre es debajo de la sombrilla, leyendo o durmiendo.
Me muevo mientras tomo el sol. O al revés.
Juego con Abril o con mi hermana.
O hago el pamplinas con mis cosas de movimiento.
El caso es que, en un momento dado, me dio por plantar un press to handstand en la orilla, aprovechando que la arena era dura y firme.
*Un press to handstand consiste en levantar una vertical a pulso, sin patadas ni inercias.
Salgo del press y me giro porque escucho un murmullo.
Las dos señoras que están escachufladas en sus sillas de playa me están mirando y dicen algo.
No escucho bien. Arrimo la oreja.
—Muy bien, muy bien.
—Gracias —respondo con una tímida sonrisa. —Solo estoy jugando un poco.
—Jugar dice —le comenta una a la otra. —Se necesita mucha práctica para eso.
—Jaja. Sí, la verdad. Pero hoy solo juego —insisto.
Sigo con lo mío, intuitivamente.
Levanto otro press, pero esta vez no lo bajo.
Me quedo arriba y camino hasta el agua con las manos.
Cuando ya no puedo avanzar más, porque las manos se me hunden en la arena y es imposible mantener el equilibrio, lo bajo.
Vuelvo a escuchar algo:
—Bravo, bravo. Pero… ¿Tú eres gimnasta?
El press es un patrón básico y facilito para un gimnasta, un acróbata o un artista de circo, pero para una persona media es bastante “impresionante”.
—¡Gracias! Qué va. Soy… —dudo — una especie de entrenador— mientras pienso en cómo explicarle a la señora a qué se deben mis habilidades chachipirulis. Paso. Se lo resumo —Hago un poco de todo y juego… y voy aprendiendo cosas.
Sonreímos todos.
Mi madre me hace así con la mano: ven pa’acá.
Voy.
Y me suelta:
—Cómo te gusta que te digan cosas —con su sonrisita picarona.
Lo primero que pienso es «A ver, mama. Si fueran dos jovenzuelas veinteañeras…».
Pero no le respondo rápido en plan adolescente, sino al estilo gurú de movimiento:
—Yo preferiría que la gente se moviera más.
En realidad lo que me gusta no es eso ni lo de las veinteañeras.
Es otra cosa.
Lo último de esta anécdota es lo menos importante.
Lo que yo prefiera.
Mis habilidades, las mías, tampoco son importantes.
Pero hay un par de hechos guays, de lecciones en esta historia:
1 Poder moverte donde sea y cuando sea practicando cosas chulas, y sentirte bien tú, no porque te miren o te digan cosas, sino porque co ño, te sientes hábil y compruebas que tu “entrenamiento” es útil y sirve para algo, mola.
2 Puedes enfocar tu práctica no como un “entrenamiento”, sino como un juego en el que aprendes a moverte.
*Sé que hay una paradoja en cómo uso “entrenamiento”. Es a propósito.
A veces no hace falta darle muchas más vueltas.
Moverte mola más que hacer ejercicio.
Una manera de empezar a moverte aprendiendo cosas chulas y luego usarlas para divertirte te las enseño aquí:
Invertidas – El arte de moverte bocabajo
Rober
PD: ser tan rápido como tu madre pero ya no de adolescente sino en plan gurú cuarentón sobrado, aunque sea soltando una parida, también mola.
PD2: para pasarlo bien mientras aprendes y luego poder moverte y usar tus habilidades en cualquier parte sin necesidad de que sea un “entrenamiento” formal y divertirte y sentirte bien y hábil y competente, es arriba.