Tres niños intentan destrozarme. Mocosos

Hace unos días estábamos de merendola en casa de unos amigos.

Tienen dos críos.

Uno de casi cinco y otro de poco más de dos, como Abril.

Después de su dosis de pastel super healthy hecho en InstantPot con cobertura de higos, la energía les salía por las orejas.

Y a mí va y se me ocurre una “magnífica idea de movimiento”.

Acabó en un casi destrozo articular.

El comedor de Álex es parecido al mío.

Espacio libre, espaldera, colchonetas, barra y otros cachivaches promovimiento.

Hay un cajón de madera también, tipo Crossfit.

Me siento.

Encajo una fitball entre mis piernas.

Y miro a Abril, y le digo «ven, ven», con cara de ya verás tú ahora.

La siento en la megapelota hinchable de espaldas a mí.

La cojo de las axilas.

¡Y venga arriba y abajo!

La hago volar aprovechando el rebote en la pelota, añadiendo yo mi plus de fuerza, claro.

Que Abril está hecha como de plomo (pesa un huevo y además es densa) y sola pues la cosa no va.

Jajajaja.

¡Jajajajajajaja!

¡¡Jajajajajajajajaja!!

Venga risas y carcajadas.

Los otros dos monstruitos lo ven.

Se unen a la fiesta, cómo no, por turnos.

Primero Edgar, el renacuajo.

Tiene 4 meses menos que Abril. Se nota. Es más ligero. Tolerable. Pero intenso igual.

Arriba y abajo, arriba y abajo.

Y jajaja, ¡jajaja!, ¡¡jajajaja!!

(Y yo ya notándolo en mis brazos…).

Luego Mateo.

Este es más grande y más pesado, más difícil de manejar, que es largo de narices el tío, como sus padres.

Lo agarro y lo lanzo varias veces.

Arriba y abajo, arriba y abajo, venga a rebotar y a empujar.

Y jajaja, ¡jajaja!, ¡¡jajajaja!! ¡¡¡¡Ooooopaaaa!!! Que casi se me escapa…

(Y mis brazos ya casi casi destrozados…).

¿Se acaba aquí?

Claro que no.

Un par de rondas más… ¡cada uno!

Jojojo. Jajaja. Jijiji.

Menos mis brazos, claro, que ya no se ríen tanto.

Empiezo a estar fundido.

El remate:

Pido tiempo muerto.

No se lo toman muy bien, pero lo aceptan con cara de corderito degollado.

Y yo, como me sabe mal, me invento otra.

Me pongo yo encima de la pelota, medio acostado.

Me monto encima a Abril para jugar a hacer equilibrios.

Pero…

En un instante, de un salto, Edgar y Mateo están encima.

Los tres.

Intentando mantener el equilibrio, encima de mí, encima de la pelota.

Agarrándome de los brazos.

Y yo a ellos para que no se caigan.

Y manteniendo el equilibrio encima de la pelota.

En las “posturas braciles” más raras y chungas que te puedas imaginar.

Madre mía, si lo ve mi personal trainer.

Muy incorrecto todo.

Momento de orgullo:

Intentaron destrozarme.

Pero no lo consiguieron.

Al revés, nos reímos de lo lindo.

¿Por qué?

Porque… medallita para mí….

Yo, la verdad, tengo unos brazos larguiruchos, delgaditos, normalitos…

Pero robustos y fuertes que te cagas para ser un tipo normal.

Y en gran parte gracias a lo que enseño en este curso:

Calistenia Minimalista – AntiPrograma de Fuerza de Brazos

Rober

PD: y jojojo, jijija, jajaja. Para disfrutar a tope de la intensidad y los imprevistos de la vida, y hacer el burro sin miedo, con confianza. En el enlace.