A menudo no nos damos cuenta (jo der, es que todo empieza por ahí siempre, maldita sea…) de que el cuerpo es tal como nos movemos.
¡Eps!: el cuerpo es tal como nos movemos.
Hace unos años, en un día de finales de primavera, estaba entrenando con mi amigo Carlos Cátedra en la playa.
Hacía un sol espatarrante –que decimos por aquí.
El calor apretaba de lo lindo.
Una chica de unos veintipocos, muy mona, se acerca.
Mira qué bien.
En inglés con acento francés, saluda y nos dice:
–Hola chicos… Hace un rato que os estoy viendo y me flipa. Porque mezcláis un montón de cosas. Las posturas de yoga, los malabares, las verticales, eso que hacéis con el palo… Y lo de las anillas ya, buah. Me encantaría poder hacerlo, pero es que no tengo fuerza en los brazos».
Se encoge de hombros, como impotente, frustrada.
–¿Qué es lo que hacéis exactamente?
Carlos, en estas situaciones, suele ser muy diplomático.
Pone cara de bon nen, como si nunca hubiera roto un plato, y contesta super amable:
–Nada del otro mundo, la verdad. Entrenamos y jugamos un poco todos los días.
Ella me mira como si lo entendiera todo y no entendiera nada al mismo tiempo, en plan «ah vale, ya veo… contéstame tú, porque a tu amigo no le ha dado la gana».
Yo voy a lo que he intuido que le importa:
–A ver, te ha llamado la atención lo de las anillas porque te gustaría hacerlo, pero dices que no tienes suficiente fuerza en los brazos, ¿no?
Asiente.
–Entonces… –sigo– ¿Tú haces algo de ejercicio?
–¡Sí, sí! Hago yoga tres o cuatro veces por semana, la vertical me sale bastante bien porque hice gimnasia hasta los 13 o así, y también me gusta bailar. Pero es que lo de la fuerza de brazos… Siempre me encuentro débil, floja. No hay manera.
Vaya.
Estamos con lo de siempre.
Que lo entiendo, porque somos humanos y a veces el sentido común no es tan común y se nos nubla.
Y nos encontramos hablando sobre algo, explicando algo, preguntando algo como si necesitáramos que alguien nos dijera lo que debemos hacer.
Cuando la respuesta la tenemos nosotros mismos, en nuestras narices.
¡Eps! Otra vez: el cuerpo es tal como nos movemos.
Le respondo “educativamente”…
Todo esto con un tono super amistoso:
–Tú misma te lo estás diciendo todo. Haces una serie de cosas, que están muy bien, como nosotros. Pero también te gustaría tener fuerza en los brazos, porque lo que haces no te da fuerza en los brazos. Bien. Pues lo que creo que debes hacer es entrenar la fuerza de tus brazos. Y ya está.
Y sonrío y me encojo de hombros como diciéndole «lo ves, ¿no?».
Y nos reímos todos.
Y se vuelve a encoger de hombros, pero no de frustración, aunque sí de duda, en plan «ya, es que es evidente, pero no sé por dónde empezar».
Y se lo explico.
Le expliqué exactamente lo mismo que explico en este curso, adaptándolo a su nivel de fuerza y empezando por lo más sencillito, desde el cero absoluto:
Calistenia Minimalista – AntiPrograma de Fuerza de Brazos
Rober
PD: desde nada de nada de fuerza (siempre y cuando puedas suspenderte 30 segundos de una barra) hasta unos brazos decentemente fuertes para una persona normal. En el enlace.