Fantasma. Qué me han enseñado las miles de personas que he entrenado

Hay quien no se cree lo de las miles de personas que comentaba en el correo de antes de ayer.

Mi récord personal (mi jefes fliparon) despejará todas las dudas.

Y lo que aprendí de todas estas personas lo cambió todo radicalmente.

Allá por 2003 empecé a trabajar como monitor de sala.

Y en 2004 tuve la suerte de que me contrataran en uno de los gimnasios más chulos de Barcelona, el CEM Bac de Roda.

Dio la casualidad de que los que nos juntamos allí teníamos unas ganas de aprender fuera de lo habitual.

De esto me di cuenta un tiempo más tarde cuando participé en algunas formaciones como instructor.

Y la gente que nos formó (el primer año de formación interna fue extenuante) eran lo más top de aquella época.

Los Messi del entrenamiento personal cuando empezaba a ponerse de moda, por así decirlo.

Tuve mucha suerte de aquello.

Qué tiempos.

La cuestión es que fui el último en entrar en el equipo y, además, todavía me quedaban formaciones y papeles pendientes para ejercer como entrenador personal.

Así que me tocó ser el único de los monitores de sala que solo ejercía, pues eso, de monitor de sala.

Y como todos mis compis compaginaban el monitoreo con el entrenamiento personal, se me asignó encargarme de toda la programación básica de los clientes que no querían a un entrenador personal pero sí algo más personalizado que ir a entrenar a su rollo.

Entonces, a esos clientes no premium, por llamarlos de alguna manera, los llevaba yo.

La cosa iba así:

Un cliente compraba el servicio, que se llamaba PRO-EF.

Ahora mismo no recuerdo qué narices significaba.

Costaba unos 10€.

Agendaba una cita conmigo.

Teníamos una charla mientras le hacía una valoración estándar (venía dada de arriba) a nivel de cardio, fuerza y flexibilidad.

Y a los días yo tenía una rutina preparada según dicha valoración, sus necesidades y sus objetivos.

Y se la explicaba.

Y, en principio, la completaba durante un par de meses o así.

Todo muy sencillito.

Que no era un servicio de entrenamiento personal.

Vale.

El récord:

En un año pasaron por mis manos 964 PRO-EF’s.

¿Lo redondeamos a 1000?

Eso en el primer año.

Luego me subieron a EP (entrenador personal) y se acabó aquello.

En 2007 abrí mi propio centro.

En 2017 aquello terminó del todo.

Y mientras tanto el boom de Internet, desde 2010.

Y los cursos, talleres, jornadas, etc.

Echa cuentas.

Me salen miles.

Puedes creer que me lo invento, por supuesto.

¿Y QUÉ ME HAN ENSEÑADO?

Porque esto es lo importante, y no exponer mi currículum.

Una cosa.

Solo una:

A la gran mayoría de ellos y ellas, objetivamente, lo de “hacer ejercicio” les parece un tostón, tremendamente aburrido y, sobre todo, lo hacen porque piensan que “deben” hacerlo.

¿Que luego se sienten bien y tal?

Sí, claro.

Las endorfinas y eso.

Pero en el fondo aquello lo hacen porque “tienen que” hacerlo, representa un sacrificio y, repito, objetivamente, lo de “hacer ejercicio” no les motiva en absoluto.

Esto es bueno.

¡Es muy bueno!

Porque tienen razón.

Si no, ¿de qué yo hubiera chapado aunque mi centro fuera un negocio extremadamente rentable?

(Otra fantasmada, como lo de los miles de clientes, ya sabes).

Y porque te coloca entre la espada y la pared:

1. Puedes seguir ahí para la eternidad, como en el día de la marmota, teniendo que hacer ejercicio.

2. O puedes moverte.

Te enseño lo segundo en mi mentoría:

La Práctica: Exploración – Aprendizaje – Diversión

Rober

PD: Entrenar no. Practicar. En el enlace.