Creo que ya te había comentado que mi suegro era pintor.
Está jubilado.
Pero cuando sale alguna cosilla para un familiar o un amigo, pues como para decirlo que no.
Y, bueno, si es su nieta la que le dice que quiere una habitación rosa, pues imagínate.
Así que el otro día estuvo en casa en plena acción.
Y no veas la lección que me dio.
A ver.
Ya sabes.
Supongo que has pintado alguna vez.
Yo me he inflado.
En casa de mis padres siempre pintábamos nosotros.
Cuando abrí mi centro de entrenamiento lo pinté enterito, tres capas, y no era pequeño.
Había una zona de unos 30 metros cuadrados que tenía 6 de alto.
En fin que, quien más quien menos, todos hemos pintado alguna vez –supongo.
Y ya sabemos cómo va la cosa.
Que si estás perfilando una pared de color y se te va un brochazo al techo, que es blanco.
Que si no escurres bien el rodillo y te caen los chorretones.
Que si llenas el parqué de gotitas al pintar el techo, porque te ha dado pereza cubrirlo entero.
Que en tus prisas por atrapar ese chorretón que se te había escapado antes haces rodar demasiado el rodillo y lo salpicas todo.
Que no tapas aquel mueble porque “total, son un par de pinceladas las que tengo que dar, no va a pasar nada…”, y al final derramas el cubo encima.
Que por aprovechar un rodillo viejo se te están quedando un montón de pelos enganchados en la pared.
Lo típico.
Entonces, viene un pintor como mi suegro.
Un pintor de los buenos, digo, que también hay de todo.
Y lo hace todo tan bien, tan meticuloso, tan preciso que:
No hace ni una de las cagadas en las que tú acabas cayendo.
Necesita esforzarse mucho menos.
Termina de pintar mucho antes.
Los resultados son inmejorables, a la primera.
¿Por qué?
Por la experiencia, dirás.
Pero no.
Ya te he dicho que, después de haber visto a muchos pintores (otro día te cuento por qué tengo yo esa experiencia), hay quien lleva 20 años pintando y sigue siendo un chapuzas.
Mira.
Es solo por un motivo.
Los buenos, los que saben de verdad, más allá de la experiencia, usan la cabeza y le dan prioridad a la calidad de cada uno de sus pasos.
Y ese es el principio fundamental en el que se basa mi curso de fuerza de brazos:
Rober
PD: en lugar de reventarte a hacer mucho y de cualquier manera, haces poquito y de muy buena calidad. ¿Cómo no va a dar buenos resultados? Arriba.