Cuestión con chicha de movimiento de la que aprender un montón.
Bicoño o tricoño no.
Qué es un unicoño.
Acabo de releer el correo y he contado tres lecciones.
Antes, por si no leíste el correo de ayer, déjame recordarte que ya están abiertas las inscripciones del grupo de febrero de Movilidad Natural.
Además, ojo que en esta edición la cosa durará 9 semanas y no 8.
¿Por qué?
Porque a finales del curso el calendario de este año ha querido que Semana Santa toque un poco las narices.
Y como esto no va con el no pain no gain ni el sacrificio ni nada de eso, pues en dicha santa semana haremos un parón para que todas las personas normales disfrutemos de esos días sin una obligación (más).
¡Eps!
Esto puede ser hasta algo chulo.
Porque entonces te da tiempo a dosificar más la cosa.
Y tener una semana más de soporte directo por Telegram 24/7.
Hablando de Movilidad Natural y unicoños…
En el curso pasa una cosa curiosa que le pasa al 99% de las personas normales:
Crees que te mueves de una manera…
…pero no.
Quiero decir:
Cada semana ves varios tutoriales.
Pruebas.
Te grabas.
Me mandas vídeos para que yo los revise.
Tú también ves los vídeos.
Y entre los dos VEMOS.
Vemos, ves tú y veo yo, que no te mueves como pensabas que te movías.
Y que, aunque te mueves, hay cosas que puedes pulir personalmente para moverte mejor.
Mira lo que me decía Luis en su primera semana (está en el grupo de enero):
“Ostras, Rober… Mira que me cuesta lo de los vídeos. Pero ahora lo entiendo. Como herramienta es brutal. Y yo que pensaba que XXX…”.
Sigo con el unicoño.
El cuerpo y el ser humano tienen sus cosas y sus curiosidades.
Cómo vamos aprendiendo es fascinante.
Siempre y cuando sigas aprendiendo, claro.
Repetir y repetir y repetir burpees o kettlebell swings sin aprender nada… pues eso…
Nada de nada.
En casa, mientras cenamos, aprovechamos para hacer un repaso de cómo ha ido el día.
Así Abril, sobre todo, tiene la oportunidad de compartir sus experiencias y verbalizar cómo se siente alrededor de ellas.
Había coincidido con una amiguita en el parque que no veía desde hacía días.
De golpe:
—¡Ah, papa! ¿Y sabes qué? ¡¡Rebecca tiene un unicoño!! —me suelta con los ojos bien abiertos, toda entusiasmada.
Oh.
Miro a Meli.
Intentamos no descojonarnos, poniendo cara de sorpresa.
¿Ha dicho unicoño?
¿Rebecca tiene un unicoño?
¿¿Qué es un unicoño?
No nos da tiempo a decir nada.
Ella se da cuenta de nuestra ignorancia e insiste, con esa graciosa cara de listilla que pone a veces:
—Un unicoño, papa. Como la Maggie —refiriéndose a uno de sus muñecos preferidos. —Pero no es blanco. Es azul. Tiene un unicoño azul.
—Aaaahhhh, vale. ¡Tiene un unicornio azul! ¿Y cómo se llama?
—Pues no lo sé, papa. Unicoño, creo.
—Ah, guay. Pues unicornio y ya está.
Y sonreímos y seguimos cenando.
Para entre muchísimas otras cosas darte cuenta de verdad de cómo te mueves y pulir tu movimiento articular:
Rober
PD: esto es importante. Jamás de los jamases unicoño está “mal” dicho o es “incorrecto”, menos si estás aprendiendo. Pero a la larga decir unicornio es decirlo mejor. Arriba.