La vida es venderse.
En su momento me costó comprenderlo… y aceptarlo.
Pero desde que me di cuenta de una cosa, lo he asumido y ya no le doy más vueltas.
Y, por cierto, las cosas me van bastante mejor, no solo económicamente.
Voy a explicarte el truco más básico del márquetin.
Y lo voy a hacer con una historia de un profe mío de EGB.
Antes, la cosa de la que me di cuenta:
Todo empieza por la mañana, antes de salir de casa.
Cuando te miras en el espejo y compruebas que, como mínimo, no llevas un moco pegado a la vista de todos.
Jamás te pones guapo o al menos decente para ti mismo.
Te guste o no te guste.
Ni que sea inconscientemente (y si no me crees, puedes leer un poco sobre psicología evolucionista; ojo, no evolutiva), siempre estás buscando la aprobación de alguien que no eres tú, o además de ti.
Desde que socializas, te vendes.
Constantemente.
Y eso, por cierto, aunque algunos sectores paradójicamente auto-cualificados como progresistas se han encargado de demonizarlo como parte de su propio márquetin, no tiene nada de malo.
Ni de bueno, cuidado.
Es lo que hay.
¡Hablemos de márquetin!
Esto podría alargarse mucho, claro.
Y, además, yo no es que sea un experto.
Aunque, como todos, lleve toda mi vida vendiéndome.
Y aunque prácticamente todos mis trabajos, desde mi primera temporada de Navidad en la sección de informática de El Corte Inglés, han implicado vender.
Así que nos centraremos en el truco básico de la mercadotecnia.
Y no marearemos mucho la perdiz.
Total, lo chulo y lo que debería importarte de verdad, como siempre, y ahí va una técnica de márquetin del bueno, lo dejamos para el final.
Pero manteniendo la tensión.
Otra más.
El truco:
Usar el miedo.
Miedo alrededor de tres cosas:
Salud, dinero y amor.
Como en la canción.
Cambia amor por relaciones sociales, para no caer en romanticismos binarios.
Mete miedo.
Si puede ser, dibujando una historia catastrófica, ni que sea sutilmente, en torno a una de esas áreas, o la combinación de ellas.
Fíjate bien a partir de hoy.
Y ahora mismo voy a enseñarte una manera de NO usarlo.
(O sí).
La historia:
Hace cosa de dos meses recibía un correo de Miquel Ángel, el mejor profesor que he tenido en toda mi vida.
Me dio lengua española y catalana durante 7º y 8º de EGB.
O sea, me enseñó a leer y escribir cuando empiezas a leer y escribir de verdad.
Y lo más importante, creo…
Me enseñó a pensar.
Todos los años desde que se jubiló escribe a todos sus contactos un email felicitándonos la Navidad.
Y contándonos un poco cómo le va la vida.
Este último año ha sido duro para él.
Se hace mayorcete.
Los 80 están al caer.
Lleva más de una década tocadete de salud, con varias enfermedades de base y algunas operaciones.
Y le han diagnosticado un cáncer.
¿Será este el momento márquetin mete miedo en torno a la salud?
Pues no.
La intrahistoria de su salud es muy larga y, además, no viene al caso entrar en detalle.
Lo importante es su mensaje.
El foco de su correo.
De hecho, su título.
Prácticamente todo su correo giraba en torno a todo lo bonito que le ha dado la vida y todo lo que pretende hacer le quedara lo que le quedara.
Una semana o diez años.
Eso ya da igual.
Alegría, exuberancia, disfrute, gratitud, esplendor, satisfacción, intensidad… son las palabras que caracterizan su relato.
¿Y el título?
En su catalán original:
Del goig de la vida terrenal a la mort misteriosa.
Que él mismo tradujo como (aunque casi no hace ni falta):
De la joya de la vida terrenal a la muerte misteriosa.
Joya, júbilo, gozo.
¿Por qué no tenemos bastante y nos vemos como obligados a usar el miedo para vender movimiento?
Una forma muy guay de disfrutar.
Rober
PD: en el enlace.