Mi suegro prefiere el dolor de espalda y tener la furgo limpia

Voy a contarte una historia.

El protagonista es mi suegro.

Lo que te voy a contar no tiene nada que ver con que mi suegro sea mejor o peor persona.

De hecho, si te la cuento es porque lo que le pasa a él seguramente también te pasa a ti.

A mí me pasa a veces.

Admiro a mi suegro por varios motivos.

Uno es porque siempre tiene la furgoneta impoluta, brillante, como los chorros del oro que dice, más reluciente imposible, te lo juro.

Yo soy un desastre para eso. No por la limpieza. Todo lo que tiene que ver con coches me aburre y me da mucha pereza.

El caso es que mi suegro es pintor de brocha gorda.

Se acaba de jubilar después de más de cuatro décadas pintando.

No sé si habrás pintado alguna vez, un día, un par quizás.

Pues eso mismo, pero mejor que la chapuza que habrás hecho (bromeando) y todos los días, generalmente unas diez horas, durante cuarenta años.

Y fíjate en esto, que es crucial:

Encima, después de todo el día dale que te pego, reventado y hecho polvo, al aparcar la furgo en el garaje se pasaba al menos diez minutos limpiando y relimpiándola, para dejarla más limpia que un Jaspe, disciplinadamente, cómo no.

Con todo, mi suegro está tocado, físicamente, lógicamente.

Las lumbares, las caderas, las cervicales, las rodillas, los hombros…

Toda su carrera profesional ha ido acompañada en paralelo de fisios, masajistas, osteópatas… Casi casi como Cristiano Ronaldo, pero siendo autónomo en Españistán, que tiene más mérito.

En fin, un cuadro.

Desde que nos conocemos, además, pues a todo eso de vez en cuando le ha añadido un poquito de movimiento.

A rachas. Cuando se acuerda. Si le da por ahí, unos pocos días. Hasta que se olvida.

Porque notar mejoras las nota, claro.

Pero bueno. No es importante.

O al menos no tan importante como tener la furgo como una patena.

Eso ni le da pereza ni se le olvida, aunque no tenga tiempo, aunque esté hecho polvo, aunque le duela.

¿Por qué nos comportamos así?

¿Por qué hacemos eso?

¿Por qué preferimos “nuestras cosas”, otras cosas que nos llevan el mismo tiempo y esfuerzo, por no decir más, aunque luego nos duela?

¿Por qué priorizamos mal?

La verdad, no lo sé.

Lo que sí sé es que vale la pena estar al tanto, muy al tanto de estas cosas, obsesivamente, al menos durante un tiempo.

Ser consciente, verlo y vivirlo día a día, todos los días, durante muchos días.

Reordenar las prioridades y machacar el nuevo orden concienzudamente, ultra-racionalmente, a costa de cantidades ingentes de voluntad si es necesario.

Enfrentando el bienestar con el malestar, la disciplina con la pereza, la autonomía con la dependencia, la responsabilidad con la complacencia.

Es la única manera de tener alguna posibilidad factible, viable y sostenible a largo plazo.

Es como lo hacemos durante las 8 semanas del training Movilidad Natural.

Rober

PD: si se pudiera hacer de otra manera con menos esfuerzo, más cómodo, más corto, lo haría. Pero no es un curso de milagros. Es de movilidad y hábitos. En el enlace.