Mi gran cagada con el entrenamiento de la movilidad articular

Después de haber repasado los principales errores a la hora de plantear el entrenamiento de la movilidad articular desde “dentro”, en y para el propio desarrollo de la movilidad…:

  1. Interferencia y descanso.
  2. Intensidad.
  3. Especificidad.

…voy con otra de esas anécdotas personales de las que se puede destilar una gran cagada, el mayor de los errores que puedes cometer a la hora de abordar la propia movilidad articular dentro del infinito marco del movimiento.

Y es algo tan pero tan de Perogrullo y tan pero tan gordo que, hablando de gordura, tiene mucho que ver, cómo no y como casi siempre, con tener un ego no gordo, más bien obeso.

Ese fue mi pecado.

Lo comparto para que lo atiendas y no lo cometas tú, si lo ves coherente.

La cosa, en realidad, tiene mucho que ver también con lo que explicaba en Movilidad articular para monjes Shaolin y gimnastas.

Si lo leíste, y más si por aquel entonces ya me seguías, sabes que en cuestión de dos años mi movilidad mejoró espectacularmente.

Pasé de ser un tío de 35 tacos, larguirucho y tocho que no alcanzaba a tocar el suelo con las rodillas extendidas, a contar con una movilidad (casi) de gimnasta que ni con diez años de yoga diario.

(Porque, bueno, también sabes que lo del yoga para esto de la movilidad no sirve…).

¿Cómo fue posible?

Más allá de acertar con el abordaje y la metodología a seguir, así como gracias a la consistencia de mi práctica, solo hay manera de hacerlo teniendo en cuenta mis condiciones personales del momento:

Especializarte.

Recalco: convirtiéndote en un especialista de la movilidad.

Mmm.

No sé si lo ves, pero esto, de movimiento…

Del que promuevo, quiero decir.

Variado, diverso, versátil, equilibrado, etc.

Pues de eso tiene muy poco.

Cagada gorda.

¿Por qué?

Por dos cosas.

La primera.

Pasado ese tiempo, cuando alcancé el nivel de incluso tocarme el dedo gordo del pie con la cabeza manteniendo la rodilla extendida, mi ego chachipiruli y yo nos confundimos.

Creí que por tener tanta (flexibilidad y) movilidad disponible, me movería mejor.

Pero uno jamás puede moverse mejor desde una óptica generalista si se convierte en un especialista.

Contar con mejor movilidad articular no implica que te muevas mejor.

Solo es una puerta, un acceso para que lo hagas – y hasta cierta medida.

Lo que nos lleva a la segunda cosa.

Lo cierto es que por aquel entonces no es que no me moviera mejor.

Es más dramático, más triste.

¡Me movía peor!

Me había especializado tanto, tanto, tanto, dedicándole tantas horas y tanto esfuerzo que, sí, había mejorado muchísimo mi movilidad.

Pero, al mismo tiempo, me había dejado por el camino una parte de mi agilidad, de mi coordinación, de mi capacidad y habilidad de, por ejemplo, correr o saltar con cierta gracia, elegancia, incluso eficiencia.

Cuando lo probaba, parecía un pato mareado.

Y me sentía torpe, extraño, inseguro.

Cuando un par de años atrás disfrutaba muchísimo, entre otras cosas, de mi práctica de Método Natural y parkour, por ejemplo.

Hasta alcanzar el cúlmen… y tocar fondo.

Porque en este punto debo confesarlo.

En junio de 2017 me lesioné gravemente una rodilla (demasiado largo para explicarlo).

Y necesité una rehabilitación de un año y medio para volver a estar al 100%.

Ya lo ves.

Mucha pena todo…

La moraleja y el consejo esta vez no de gurú, sino de persona normal, mortal, mediocre que soy, como si fuéramos amigos de toda la vida, es este:

No te olvides del propósito “supremo” –por ponerle un apellido épico.

La movilidad articular no lo es todo.

Y lo peor que puedes hacer es, dentro de tu práctica general de movimiento, perder dicho generalismo y globalidad de vista.

Y nublarte con tus hitos y tus objetivos y tus trucos chachipirulis de movilidad.

No te especialices.

No te esclavices.

La movilidad articular debe servirte a ti.

No tú a ella.

Y ya está.

Gran día,

Rober Sánchez

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