Seguramente éste es uno de los discursos internos, hablando conmigo mismo, más frecuentes con los que tengo que lidiar. Y externos, con otros mediocres que intentan aprender nuevas formas de moverse, también.
Mi respuesta siempre es la misma.
¿Qué esperabas, mediocre?
Nadie dijo que fuera fácil. La vida del mediocre es dura. En gran parte, es lo que la hace estimulante. No se trata solo de adquirir nuevas habilidades chachipirulis, o un cuerpo a prueba de balas, o una salud de hierro, ni mucho menos. En realidad todo esto es un experimento diario de responsabilidad, compromiso, exploración de lo desconocido, exposición a los miedos de la mediocridad. Lo demás son consecuencias que vienen y van.
Cuando enfocas tu práctica de actividad física algo –o muy– distinto de lo convencional, cuando decides que moverte con mucha diversidad y frecuencia va a ser algo más que prioritario como respuesta a la desconexión corporal que caracteriza nuestra (in)cultura y nos machaca como seres humanos, los frentes que se van abriendo durante el camino también son algo, no sé, peculiares.
Y seguramente una de esas barreras a superar es aceptar que el progreso va a ser muy lento. Bueno, muy lento no. Muy muy muy lento. Todo un reto para nuestro cerebro de mono, cortoplacista.
En realidad esa mini-aceptación forma parte de LA gran aceptación: eres un mediocre.
Y un mediocre, más que probablemente…
· No tiene ningún talento innato especial para moverse de forma espectacular –aunque sí tiene el talento para simplemente moverse, que ya es mucho, y suele despreciarse.
· No ha recibido una educación física que realmente se pueda llamar educación.
· Se embarca en ciertos proyectos de aprendizaje motriz cuando ya es mayorcito y el cuerpo ha dejado de ser una esponja.
· Tiene unos niveles de energía limitados y cuando se agotan tardan en recuperarse.
· Arrastra ciertos ays y uys, aquí y allá, a lo largo y ancho de su cuerpo, algunos irreversibles.
· Se ocupa de ciertas responsabilidades que, de verdad de la buena, son inevitables, y el tiempo, aún cuando se ha optimizado hasta el último segundo, es limitado, por no hablar de los más que probables imprevistos.
· Vive en un entorno que invierte miles de millones y se empeña en que uno no se mueva.
Lamentablemente, la información que nos llega es muy superficial y limitada. Como uno de los grandes miedos del mediocre es exponerse y mostrar su mediocridad, no vaya a resultar ridículo, por lo general lo que podemos encontrar por ahí son las muestras extraordinarias de capacidad y habilidad de los que sí tienen talento o de la élite que, o bien se mueven desde casi antes de nacer, o bien no superan los 23, o ambas. Y encima sin enseñar toda la verdad de sus propios procesos individuales, sus mediocridades –en este sentido te va invito a leer ¿Por qué los gurús no enseñan su basura?.
Como hemos sido educados en la cultura de la competitividad y la comparación, podemos llegar a sentirnos culpables, inferiores, y esporádicamente desesperar. ¿Cómo leches lo hace? ¿Cómo progresa tan rápido? Llevo dos años practicando verticales, o anillas, o yoga, o halterofilia, o baile, y avanzo a paso de tortuga. Y mira este, ya hace dominadas con ochenta kilos de lastre, verticales a una mano, piruetas imposibles, malabares con 17 bolas.
Para añadirle pimienta al asunto, precisamente el gurú o experto de turno –o alguno de sus fanboys– que ya hacía dobles mortales a los diez años será el que insistirá una y otra vez en que tu condición de mediocre y esa retahila de condiciones más o menos veraces que mencionaba más arriba no son más que justificaciones, excusas.
A ver, el tema de las excusas daría para un blog entero, y la mayoría ponemos muchísimas. Pero como pensamos en monocromo, solemos pasar de la nada al todo, creyendo que debemos hacer las cosas como la élite en plan épico. Tarde o temprano el cuerpo te impondrá una realidad: la longevidad y la sostenibilidad valen más la pena que la épica.
Aprovechando que bajas la guardia, justo después de hacerte sentir peor de lo mal que ya te sentías por tu progreso de caracol, uno de los de «Eso son excusas, me digas lo que me digas» te soltará aquello de «No estás siguiendo el proceso adecuado. Conmigo lo conseguirás en menos de tres meses. Me necesitas».
Ya…
Tener como referente teórico o conceptual o incluso técnico a un gurú, un experto, un especialista o un elitista y a los fanáticos obsesivo-compulsivos que les rodean puede tener su qué en ciertas etapas. Tenerlo como referencia práctica, uff, te va a doler. Sus procesos no tienen nada que ver con lo que vas a experimentar, ni tan solo con lo que realmente necesitas.
Acéptalo.
Y disfrútalo.
Eres un mediocre. Y eso no tiene nada de malo. De hecho, tiene un montón de cosas buenas, incluso más que pertenecer a la élite o ser un especialista. ¡Qué presión! ¡Y cuánto ego! No, no necesitas ese nivel, ni esa exigencia, ni esa tortura. Al contrario, como eres un mediocre y vas a seguir siéndolo totalmente a propósito, a conciencia, tu vida en movimiento siempre va a estar llena de aventuras, si te atreves a vivirla, claro.
¿Progresas lentamente? Bienvenido al club.
Pero, ¿qué era lo importante?
¿Alcanzar rápido tus objetivos? O ni tan solo rápido… ¿Alcanzarlos?
¿O ponerte en marcha todos los días?
Esforzarte, comprometerte, responsabilizarte, conocerte, jugar, estudiar, conectar contigo mismo y con otros mediocres.
¿Moverte?
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