Ya empezamos con las etiquetas y las clasificaciones, en cuestiones de movimiento algo superficial y que a menudo genera polémica. Pero, en fin, de alguna manera tendremos que comunicarnos.
De hecho, personalmente acostumbro a cargarme los debates sobre los nombres de un plumazo. Cuando enseño mis cositas, uno de los primeros mensajes que dejo ir a los que me escuchan es «¡Eh! Esto lo llamo así, pero vosotros podéis ponerle el nombre que os dé la gana. Mientras lo entendáis y, por encima de todo, lo utilicéis y os mováis, la verborrea no es tan importante».
Siendo honestos, el cuerpo no tiene ni idea de lo que es una «flexión de hombro», un «fémur» o un «muscle up«, mientras sí sabe realizar ese «gesto», dónde y cómo se encuentra ese «hueso» o de qué manera puede «remontar unas anillas», si sigue un proceso de aprendizaje la mar de sencillo.
Así, cuando yo le pongo nombre a algo para compartirlo o para mi propio servicio, puede que:
· Coincida con la academia.
· Me inspire en la academia, pero matice sus nomenclaturas según mis intereses –o, sobre todo, para no hacerme una paja mental, ya que a veces mi cerebro sin certificaciones no alcanza y tanto rigor me satura un poco.
· No tenga nada que ver con la academia.
· Copie directamente a otros que llevan experimentando mucho más tiempo y saben más que yo, y encuentro más que acertada su manera de nombrar las cosas.
· Me inspire en esos otros pero sus catálogos no acaban de resonar en mí, así que los modifico ligeramente.
· Me invente completamente el nombre.
Me viene a la cabeza una de las clases de Roots, el curso pasado, cuando yo nombré un patrón como «manivela» y Carlos Cátedra, que me asistía aquel día, como «espagueti».
Total, espero que adivines por dónde van los tiros.
Sinceramente, creo que en nuestra educación física individual, una asignatura más que interesante a incluir podría ser «Cómo ponerle nombre a las cositas relacionadas con el movimiento que puede hacer mi cuerpo». De veras, mucho más útil y enriquecedor que, por ejemplo, memorizar las reglas del balonmano, especialmente si a ti el balonmano ni fu ni fa.
Movilización vs. Movilidad
Entonces, como yo voy hablando o escribiendo, a veces se me escapan estas dos palabrejas, movilización y movilidad, y como a muchos les suena algo difuso, y con razón, creo que vale la pena dedicar una nota de esta libreta pública a explicar qué diferencias veo entre ellas.
En realidad, y así voy adelantando acontecimientos, esta aclaración la hago justo ahora como previa a un nuevo proyecto que pronto saldrá a la luz, el más importante de este semestre. Paciencia.
Antes de nada, por otro lado, y cogiéndolo con muchas pinzas, para los que estén familiarizados, he de decir que, en esa clasificación de «de dónde salen MIS nombres» esta diferenciación se asemeja a la que utiliza el Dr. Andreo Spina en su metodología FRC (Functional Range Conditioning). O sea, encajaría en la categoría «Me inspiro en esos otros que saben más que yo pero sus catálogos no acaban de resonar en mí, así que los modifico ligeramente». Investiga por ahí, si lo crees conveniente –me haría muy feliz que lo hicieras; significaría que estás desarrollando tu propia cultura del movimiento y, para rematarlo, estás creando tus propios nombres.
Aún así, y advirtiendo que la línea que separa una definición de la otra es de todo menos recta y precisa –yo mismo me hago un lío a veces, ya que en el fondo todo es moverse–, para mí lo que distingue movilización de movilidad es solo un factor: el propósito de tal o cual ejercicio, patrón, práctica o secuencia, y los condicionantes subjetivos que lo rodean.
Es decir, no se trata de que un movimiento X pueda catalogarse como ejercicio de movilización o movilidad, sino que dependiendo del contexto individual de quién lo realiza y cómo lo ejecuta me permito ponerle uno de los dos apellidos.
Así, siguiendo el hilo del propósito, cuando cualquier tipo de movimiento que practico tiene como única finalidad «movilizarme», es una movilización. Y entiéndase movilizar como, no sé, simplemente mover un poquitín –¡cuánto rigor, madre mía!–, desentumecer, explorar, menear, activar, lubricar. No hay objetivos concretos de rango, fuerza, ganancia, control, aunque al mismo tiempo puedan o no aplicarse esos principios.
En fin, en una movilización, uno simple y redundantemente, pues eso, se moviliza.
Cabe matizar que una movilización puede ser algo de lo más analítico hasta algo mucho más global. Por ejemplo, para mí, según mi contexto individual y mis propósitos, ahora mismo girar la cabeza de izquierda a derecha para soltar un poco el cuello al llevar un rato delante de la pantalla es una movilización, así como terminar mi entrenamiento en el gimnasio tirándome al suelo a rodar y rodar sin ningún objetivo concreto de desarrollo o aprendizaje (véase el siguiente vídeo).
En la otra esquina del cuadrilátero tenemos la movilidad, que en términos generales defino como la habilidad de mover intencionadamente, con control y precisión una articulación o grupo de articulaciones –no tiene por qué ser algo analítico– en el máximo rango de movimiento disponible y en una trayectoria definida.
Por eso, cuando trabajo la movilidad sí que hay unas determinaciones previas en cuanto a esos factores –intención, control, precisión, rango– y una finalidad concreta para cada uno de ellos, por lo general en términos de desarrollo, aprendizaje y ganancia, que además suelen implicar mayor intensidad que una movilización.
Por ejemplo, para mí –¿ves cuánto insisto en lo de «para mí»?–, cargarme 4kg en la nuca y repetir el siguiente gesto de una forma muy concreta es un trabajo de movilidad, mientras que para alguien que practique gimnasia artística podría representar tranquilamente una movilización (véase el siguiente vídeo).
Si se tienen en cuenta estas definiciones y diferencias, será sencillo comprender, precisamente, en qué se distingue lo uno de lo otro y, sobre todo, que tal o cual ejercicio o práctica pueda clasificarse como trabajo de movilización o de movilidad según el CONTEXTO y el PROPÓSITO de la PERSONA que lo realiza.
Dicho esto, es evidente que cuando uno trabaja su movilidad también se está movilizando.
Lo que no parece tan obvio es que cuando uno se moviliza, ni que sea indirectamente, también se impacta en la movilidad –puedes leer La movilidad se pierde antes de ganarla.
Será cuestión de seguir refinando la terminología.
O mejor aún, seguir moviéndose.
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