Julio, alumno del Laboratorio de Movimiento, y tipo de lo más curioso, inquieto y comprometido (cosa que se agradece muchísimo), me escribe:
«Llevo un montón de libros ya leídos de Amazon sobre hacer pequeños entrenamientos sin llegar a la fatiga a lo largo del día en lugar de concentrar todos los patrones en una hora.
Este sistema sobre el papel puede que a mí me viniera mejor para combatir el sedentarismo, ya que como te comenté en una ocasión soy informático y paso ocho horas al día sentado.
¿Crees que es pura moda?
Todos se basan en que lo importante es hacer trabajar al cuerpo con constante estímulo neurológico y muscular.
En ocasiones yo es verdad que he notado que soy más productivo y puedo dar más de sí, pero me pregunto si eso no es entrar en una rueda de hámster y hacer las cosas al tuntún.
¿Tú qué opinas?».
Ahí va mi respuesta:
MICROENTRENAMIENTOS
MÁS FRECUENCIA…
…Y MÁS DE LO MISMO
Si me dejara llevar, podría escribir intuyo que un libro sobre este tema.
Pero para eso ya escribí Camina, salta, baila: Muévete más y vive mejor.
Si no lo has leído, hazlo.
Entenderás mucho mejor lo que voy a explicar.
De hecho, y no exagero, comprenderás TODO lo que se refiera a movimiento –ejercicio, entrenamiento, deporte y actividad física incluido.
Si ahora mismo no te apetece leerte un libro entero, puedes leer Qué opino del Body Combat, spinning, aerobic, yoga, Pilates y el resto de las actividades dirigidas.
Los tiros van por el mismo sitio.
Al lío:
La idea de los microworkouts no es nueva.
Practicar varios “entrenamientos” a lo largo del día, de corta duración y un volumen prácticamente anecdótico, se estudia desde hace muchísimo tiempo (décadas).
Y, de vez en cuando, cíclicamente, como todas las modas, toma cierto protagonismo en lo mainstream.
Diría que la última vez que ocurrió fue hace cosa de unos trece o catorce años, con el método GTG (Grease The Groove) de Pavel Tsatsouline a la cabeza.
Estas cosas de la industria del fitness funcionan así:
Buscas una fórmula, una receta, una pauta, una instrucción, un método.
Lo promueves y lo publicitas.
Lo vendes y lo exprimes.
Hasta que la cosa ya no da más de sí.
Luego, cuando una generación más o menos se ha olvidado, lo vuelves a sacar a la luz como algo “novedoso” y que, cómo no, representa la solución, la panacea, la revolución del entrenamiento y la actividad física.
Esto, si te paras a observar con perspectiva, siempre ocurre de la misma manera.
Y adivino que ahora con lo de los microworkouts pasará lo mismo.
Tiempo al tiempo.
Con esto resolvemos parte de las dudas de Julio.
Sí, tiene pinta de moda.
Y gracias a ello podemos vislumbrar uno de los grandes problemas de toda esta historia de «hacer ejercicio»:
El patrón repetido en bucle de la promoción por parte de la industria del fitness para seguir alimentando la (in)cultura de movimiento entre las personas medias, de a pie, y así tenernos a todos bien alineados y alienados, sin profundizar en ciertas cuestiones, esperando la instrucción, listos para obedecer, necesitados de permiso y pauta para movernos, dependencia enmascarada.
Negocio infinito, vaya.
(Y todo lo contrario de lo que realmente sirve: autoconocimiento, conciencia, responsabilidad, autonomía y, finalmente, libertad).
Dicho esto, ¿la propuesta de los microentrenamientos es un fraude? ¿No sirve para nada? ¿No tiene ningún beneficio?
Pues ni sí ni no ni todo lo contrario.
Vayamos paso a paso.
En mi opinión (ojo, que esto no es una tesis), la idea, si se pone en práctica, tiene un beneficio extremadamente POSITIVO.
Como ya he explicado en más de una ocasión y como profundizo en mi libro, parece que todos estamos de acuerdo y comprendemos que, tal como están las cosas, necesitamos movernos más, ¿cierto?
Lo que pasa es que convencionalmente este más se suele orientar hacia la cantidad.
Más fuerza, más kilómetros, más calorías, más pasos al día, etc.
Cuando hay otros aspectos en los que ese más, que no digo que no tenga su qué a nivel cuantitativo, quizá pueda tener más impacto o, como mínimo, cubrir ciertas áreas que quedan olvidadas cuando solo te centras en esas métricas.
Y aquí aparece la santa trinidad olvidada por la mayoría de las propuestas.
El más referente a…:
- La frecuencia.
- La diversidad.
- Y la complejidad.
…de movimiento.
*No voy a entrar en detalle porque para eso dediqué un capítulo entero de mi libro.
Si se comprenden profundamente estas ideas (y las correspondientes carencias de la concepción convencional de “hacer ejercicio”), lo de los microentrenamientos tiene este gran punto a favor:
Hace que te ejercites muy a menudo, interrumpiendo todos esos largos ratos de estatismo, de sedentarismo que protagonizan nuestro día a día, especialmente para todas aquellas personas que por su trabajo pasan muchas horas sentadas de manera continua.
En definitiva, provocan un aumento de la frecuencia de movimiento.
Te mueves más en este sentido.
Y esto no es que sea bueno.
Es que es MUY bueno.
Ahora bien, para no romper la norma, no es oro todo lo que reluce.
Sigo opinando:
Le veo puntos flacos.
Tres, a bote pronto.
Dos que, bueno, son detallitos.
Uno que es gordo.
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El primero es muy específico, referente a la especialización de la fuerza-resistencia, ya que la mayoría de las propuestas de microentrenamientos (hay algunas excepciones) giran en torno a este atributo.
Dicho de otro modo, no hay propuestas de microworkouts orientados hacia la movilidad o lo cardiorespiratorio –que tampoco estaría mal, aunque en el sentido de lo «cardio» tiene muy poca viabilidad para que sea conciliable en la vida cotidiana de una persona normal.
*Con lo de la movilidad no pasa los mismo. Mírate esto: Movilidad Natural.
En general, pues, lo que se propone es hacer una pocas flexiones ahora, unas sentadillas en un rato, unas dominadas algo más tarde, una plancha abdominal por aquí, unos desplantes por allá, etc.
Y si te ciñes a estas instrucciones, claro está, la mesa del movimiento, que es mucho más vasta, ya empieza a cojear.
Además, aquí ya puede haber alguien que se confunda y que, igual que pasa con los dichosos 10.000 pasos al día, piense:
«Ah, qué bien; ya lo tengo todo cubierto porque hago microworkouts. Que yo me muevo mucho, ¿eh?».
Nanay de la China.
Ojo con estas confusiones.
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En segundo lugar, ya que estamos hablando de fuerza y de especificidad, supongamos que no hay confusiones del tipo de arriba y que fuera de los microworkouts se presta atención y dedicación al resto de ámbitos del movimiento.
Pasa una cosa:
A la mayoría de los humanos, para estas cosas del ejercicio y el entrenamiento, nos gusta ver un progreso.
Y si la práctica de fuerza la planteamos a través de estos microentrenamientos, la mayoría de esa mayoría de humanos lo vamos a tener complicado para progresar, a largo plazo.
Luego, si no hay progreso, no hay adherencia y, en consecuencia, tampoco consistencia.
Cosa que, irremediablemente, nos llevará al tercer (y GRAN) punto débil.
¡Pero!
Pero que conste que sí puede haberlo.
Lo que pasa es que para experimentarlo ya se requiere de cabeza, de especificidad –como lo que plantea el propio Tsatsouline en su Grease the Groove y lo que menciona Julio en cuanto a la frecuencia de estímulo.
Y hay muuuuuy poquitas personas que tienen en cuenta y aplican de manera coherente y constante esta forma de hacer las cosas, y que muy poco tiene que ver con el planteamiento más habitual y simplón de microworkout de hacer esto por aquí, eso por allá, ahora por ahí y magia potagia.
Ni va a durar ni va a funcionar –porque lo que no puedes hacer durar nunca funciona.
Piénsalo fríamente.
Yo, por ejemplo, rozo ya los 43.
¿Crees que podría pasarme el resto de los 30 años que me quedan de curro metiendo entre horas de ordenador flexiones, remos agarrado a la mesa, fondos en la silla, planchas abdominales, jumping jacks, burpees, sentadillas y zancadas una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, todos los días?
Qué sopor.
Y qué tristeza de vida en movimiento, con la de posibilidades que tiene mi cuerpo.
Por no hablar de todas esas personas, de nuevo la gran mayoría, que perciben el trabajo como un deber.
Como para añadir todavía más “deberes” monótonos, repetitivos, aburridos… por muy saludables y tal y Pascual que sean.
Lo que, insisto, nos lleva al punto débil más evidente y grave.
Algo que tiene que ver con lo que explicaba al principio, y esa inevitable inclusión de los microworkouts como parte del concepto de “hacer ejercicio” o entrenar.
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Más allá de las modas y el no profundizar y el no ver los patrones y lo que se promueve en segundo plano y cómo repercute tanto social como individualmente, cualquier individuo va a concebir más inconsciente que conscientemente que “microentrenar” sigue siendo “hacer ejercicio”.
O sea, más de lo mismo.
Más deber, más sacrificio, más disciplina.
Más «he fallado»” si me salto alguno.
Más «ahora no tengo ganas que estoy liado».
Más «llevo una semana sin hacer un puto microworkout, esto es un desastre, el lunes vuelvo a retomarlo».
Más«“¿otra vez me toca otra maldita plancha abdominal?; pero si ya hice ayer y antes de ayer y el otro y la semana pasada y el mes pasado y el año pasado…».
(Cuando, por cierto, podrías estar perfectamente sano y en forma sin hacer NI UNA MÁS en toda tu vida – mírate el curso gratuito CORE).
Entonces, sigo…
Más frustración, culpabilidad, lucha.
Porque, evidentemente, como fallan los otros dos más, la variedad y la complejidad, a largo plazo un planteamiento así resultará intolerable e insostenible.
Tremendamente monótono y aburrido –casi casi como empieza a ser este artículo.
Y, por tanto, SACRIFICADO.
Sin un sentido de movimiento detrás, de aprender algo, de desarrollar una habilidad, de involucrarse en un proceso personal de exploración o ni tan solo de juego.
Por no hablar de las repercusiones corporales de estar constantemente repitiendo los mismos patrones lineales, robóticos, maquinistas.
Porque cuidado… Lo siento pero no.
Combinar versiones chachipirulis de flexiones, remos usando el borde del escritorio y sentadillas, zancadas y demás, no es variado y diverso.
Es la misma porquería motriz envuelta con un lazo distinto.
Pero NO ES MOVERSE MÁS –ni mucho menos mejor.
Con todo, puede que sí, que haya quien en cierto momento y durante un tiempo lo encuentre motivador, se enganche a la idea, le sirva y tire palante gracias al subidón.
Como todo suflé, tarde o temprano el pastel se desinflará.
Y vuelta a empezar.
Sobre todo, insisto, con el perjuicio añadido del bucle flagelador a nivel “psicológico”, mental:
«¿Qué he hecho mal?
Yo he cumplido con lo que me habían dicho los expertos.
Y vuelvo a fallar.
Soy un incompetente.
Voy a leerme disciplinadamente otro libro sobre estoicismo.
A ver qué tengo que hacer para alcanzar mi mejor versión.
Porque está claro que ahora soy un desastre, una mierda de versión, vaya».
Y así hasta que aparezca una nueva moda.
Y vuelta a empezar con la montaña rusa.
En resumen, ya que se solicitaba mi opinión.
Los microentrenamientos no están “mal” per se.
De hecho, en algunos sentidos son una idea interesante.
Incluso para abordar la práctica de fuerza – si se hace con cabeza al estilo Grease the Groove.
Al mismo tiempo, no dejan de estar enmarcados bajo el modelo de “hacer ejercicio”, y no del movimiento en sí.
Y eso, a no ser que te vaya bien con resignarte a ser una especie de androide sin alma, obediente y cuadriculado que repite las mismas tareas de por vida dentro del engranaje de la cadena de producción, siempre requerirá de lucha, deber, disciplina.
Y tenderá al fracaso… o al vacío.
A partir de esta chapa, que no es más que una opinión, querido Julio y querido lector, comprenderéis que podéis hacer lo que os dé la gana.
¡Justo de eso se trata, cáspitas!
De observar las cosas desde distintos puntos de vista, desarrollar un criterio personal, tener inquietud por explorar y experimentar, tomar decisiones propias.
Y, sobre todo, ni hacer caso a ciegas ni esperar las órdenes o el permiso ni obedecer a lo que cualquier “autoridad” o experto o mediocre como yo pueda decir.
Es decir, ejercitar y ejercer la libertad de movimiento –con toda la responsabilidad que conlleva.
Y ya está.
Espero que mi opinión, solo una opinión, te sirva.
Gran día,
Rober Sánchez
PD: puede que hayas terminado de leer este artículo con más lío en la cabeza, sin entender algunas cosas, un tanto aturdido. Eso está bien. Jamás he pretendido resolver ciertas cuestiones por ti. Al contrario, si tengo alguna intención al escribir, es despertar tu inquietud, tu curiosidad, tu iniciativa para que te muevas, para que investigues por tu propia cuenta. Y eso a menudo implica terminar con más dudas de las que tenías al principio. En este sentido, mi libro Camina, salta, baila: Muévete más y vive mejor te puede ayudar.
PD2: tengo una lista de correo. Escribo semanalmente reflexiones, tutoriales, consejos. Y, al estar dentro, puedes completar los 7 cursos de bienvenida de mi plataforma de anti-educación online, el Laboratorio de Movimiento. Es gratuito. Más info aquí.