Cómo conocer tu cuerpo y moverte mejor sin saber nada de anatomía

Acabo de salir del gimnasio.

Allí nadie practica lo que voy a proponer.

Escribo esta entrada del blog un poco a la desesperada.

Seguro que ciertos sesgos personales me influyen, pero la tendencia que veo, cada vez más acentuada, no me gusta nada.

Me da yuyu.

La encuentro incluso no diré peligrosa, pero sí arriesgada.

Sobre todo cuando lo que cuenta, lo que vale la pena conocer en primera persona, como todo el mundo sabe, aunque en la azotea andemos un tanto despistados, es el movimiento.

No el conocimiento sobre movimiento.

Moverte y, en paralelo, el conocimiento que te otorga el movimiento en sí mismo, digo.

Son cosas distintas.

Entonces, tú estás por aquí, por el universo virtual, y te encuentras lo que te encuentras.

Constantemente, por todas partes, en plan bombardeo.

Y, más grave todavía: en el mundo “real” está pasando exactamente lo mismo.

Justo antes de ayer escuchaba una conversación entre dos chavales en el parque de calistenia que frecuento.

No sabía dónde meterme.

Por eso me siento como obligado a escribir esto.

Una vía directa, una solución cotidiana al veneno de la locura tecnicista, intelectualista, maquinista.

Cómo conocer tu cuerpo y moverte mejor sin saber nada de anatomía.

¿QUÉ ESTÁ PASANDO?

Es sencillo –y, a mi parecer, preocupante.

Estamos confundiendo conocimiento o, mejor dicho, sabiduría, con información técnica, académica, “ de manual”.

Y, a un ritmo frenético, los expertos invitan con insistencia casi violenta a profundizar más y más, más y más, más y más, en ese supuesto conocimiento.

En los músculos, en las células, en la biomecánica, en las mitocondrias, en las hormonas, en los mecanismos fisiológicos, en los ejes neuroendocrinos.

Sin darnos cuenta de que, cuanto más tiempo pasamos ahondando en ello, menos tiempo pasamos en lo importante.

Y más profundo estamos cavando el hoyo.

¿Qué es eso tan importante, lo fundamental?

El movimiento.

Y todo el conocimiento REAL y PERSONAL, toda la sabiduría diaria y cotidiana que nos puede aportar.

Ahora veremos cómo.

OJO.

Que no estoy menospreciando ese otro conocimiento académico, técnico, “de manual”.

Aquel que lo necesita para lo que lo necesita debe conocerlo.

Justo esta es la cuestión.

La congruencia entre el qué y el quién –y el cuánto.

María, que es fisioterapeuta, necesita y debe tenerlo.

Pedro, que trabaja en una oficina, no.

Puede tenerlo, por supuesto. Por interés propio o por lo que le dé la gana.

Pero ni necesita ni debe.

Y menos, mucho menos, cuando por pretender “conocer” más y más, se pierde entre tanto “conocimiento” y se pierde el CONOCIMIENTO verdadero, el de moverse.

Porque es lo que luego te encuentras.

Personas de a pie sobreinformadas e inframovidas.

“Saben” mucho de movimiento.

Y no SABEN nada de movimiento.

(Insisto en ello, por si el problema no había quedado claro).

TU CUERPO NO ES EL CUERPO

Después, y aprovechando el momento, antes de pasar a cómo solucionarlo, un matiz que no se suele tener en cuenta.

Una cosa es hablar y conocer “el cuerpo humano”.

Y otra TU CUERPO.

Lo de “el cuerpo humano”, precisamente, es de lo que se encargan los académicos.

Lo estudian –estadísticamente.

Extraen y concluyen en unas medias, unos estándares, unos principios (más o menos) compartidos, comunes.

Y publican estudios, tesis, libros, atlas de anatomía.

En cambio, tu cuerpo…

Tu cuerpo, por mucho que tenga en común con “el cuerpo”, en profundidad solo lo puedes estudiar y conocer tú.

Y, evidentemente, no en los mismos términos.

Este conocimiento, esta sabiduría, es lo que yo te propongo, te invito a perseguir.

¿Por qué?

Porque en lo cotidiano de una persona normal como lo debes ser tú (un académico no acostumbra a leer blogs mediocres como este), lo que más importa son las herramientas y recursos prácticos, útiles, que le resuelven el día a día en cuestiones de movimiento.

Otra vez: el movimiento en sí mismo.

¡Y vamos a rizar el rizo!

Porque lo más bonito de esto es que dicho conocimiento del movimiento, como no podría ser de otra manera, ¡SE MUEVE!

¿Qué quiero decir con esto?

Me explico:

El conocimiento de “el cuerpo”, como habrás podido observar, es estático.

Terminología, mecanismos, procesos, principios… no se mueven – y justo por eso se pueden escribir en un manual.

¡Pero!

Pero el conocimiento de TU CUERPO en movimiento es absolutamente distinto.

Es dinámico.

Se mueve.

Si haces el ejercicio de recordarte en movimiento hace veinte años, y hace diez años, y hace cinco años, y hace dos años, y hace un año, no te costará reconocer que tu cuerpo no se mueve igual.

(Ya te gustaría, ¿no? Yo tengo 42 y empiezo a notarlo).

¡Pero hay más!

Porque seguramente en lo que no has caído es que no solo año a año…

también mes a mes, semana a semana, día a día, tu cuerpo en movimiento es DIFERENTE.

No digo ni mejor ni peor, ni para adelante ni para atrás.

DISTINTO.

Por lo tanto, el conocimiento sobre sí mismo cotidianamente cambia, se modifica, varía inevitablemente día a día, todos los (puñeteros) días.

*No sé si he sido capaz de explicarme del todo bien, pero esto en realidad es tan bestia…

LA HERRAMIENTA

Con todo, el abordaje a dicho conocimiento requiere de un enfoque, de una mirada completamente distinta a la que se suele recomendar.

Sin nombres, sin funciones, sin tecnicismos.

Con conciencia, con sentir, con acción, con práctica cotidiana para personas normales.

Y he aquí cuando aparece la solución en forma de herramienta.

Una herramienta que llevo promoviendo desde hace más de 10 años.

Algo que NO HE INVENTADO YO, porque existe, al menos que yo tenga constancia, desde el origen de las artes marciales internas de la Antigua China.

Y ha tenido diferentes expresiones a lo largo de la historia, sobreviviendo a la selección natural cultural, cumpliendo el efecto Lindy de Taleb (lo que tiene más probabilidades de perdurar es lo que más tiempo lleva perdurando).

Si esta herramienta ha perdurado tanto, será por algo.

Y si yo (como otros a su manera) me he atrevido a algo, es a recontextualizarla, y simplificarla para que sea factibles de implementar en “la vida moderna”.

Si llevas tiempo siguiéndome, ya sabrás de qué hablo.

Efectivamente, son las rutinas de movilización.

Contar con ellas en tu caja de herramientas de movimiento y tenerlas a manos para usarlas aquí y allá, en tu vida diaria, tiene el potencial de alimentar tanto, pero tanto tanto tu movimiento.

Y, por ende, el conocimiento (dinámico) de tu cuerpo.

Úsalas, co ño.

Úsalas.

Es un juego infinito.

Por si no lo haces, por si no las tienes, he aquí unas cuantas por dónde puedes empezar a jugar.

Y darte cuenta de que el resto de información puede estar muy bien, claro.

Pero no es ni una necesidad ni un deber.

Y pueden estar restándote… y paralizándote.

En cambio esto…

Bueno, no voy a ser yo el que te lo digo.

Lo pruebas y decides:

Rober Sánchez

PD: el único conocimiento técnico, por llamarlo de alguna manera, que recomiendo tener, son unas nociones básicas de las funciones articulares fundamentales del cuerpo humano.

¿Por qué?

Porque a la hora de transmitir conocimiento PRÁCTICO sobre movimiento entre personas, es decir, en el momento de explicarte cómo realizar tal o cual gesto, patrón, tarea motriz, como cuando hablo sobre cómo hacer una vertical o mejorar tu movilidad de cadera, nos entendamos.

Para eso, en el Laboratorio de Movimiento, tienes disponible el curso gratuito JOINTS – Conoce tus articulaciones en movimiento.

Solo necesitas una cuenta de correo y una contraseña para entrar. Puedes inscribirte en el Laboratorio a través de este enlace. Dentro encontrarás JOINTS, y otros 6 cursos de bienvenida.

PD2: a partir de ahí, en realidad, como necesidad y como deber, nada de nada. Más allá de moverte, claro. Con las rutinas de arriba.